domingo, 21 de diciembre de 2008

LOS REEMPLAZOS CRÍTICOS - SULLANA 1975.

Nuestra promoción escolar tuvo la peculiaridad de vivir un clima belicista en el país, un Gobierno Militar, fricciones con los países fronterizos y adquisiciones de armamento ruso para tener poder de disuación.
En anteriores años se había abolido el curso escolar de Premilitar. Y se había instaurado el curso de "Reemplazos Críticos", un servicio militar no acuartelado. Se llevaba opcionalmente en quinto de secundaria pero te exoneraba del llamado a filas para el Servicio Militar normal y te permitía sacar la libreta militar automáticamente.
Pues les diré que yo pude haberme exonerado de ese curso, yo soy asmático y fácilmente un certificado médico me hubiera exceptuado. Pero lo tomé como un reto personal. Un "yo sí puedo".
El mencionado curso lo hacíamos en el cuartel del Regimiento de Caballería Nº 13 de Sullana todos los sábados del año. Debíamos estar en el cuartel a las 5 de la mañana en punto, es decir salir de casa a las 4 y 15. En primer lugar aprendimos disciplina, puntualidad.
Nos enseñaron teoría militar, adiestramiento físico( que le llamaban "orden cerrado"). La orden del oficial se repetía una y mil veces hasta que todo el grupo funcionara como una unidad. Con esto nos enseñaron respeto y la importancia de trabajar en equipo.
Entre nuestros instructores habían oficiales de sacarse el sombrero, el álferez Rodríguez, por ejemplo (con el cual coincidimos en varias fiestas) y un mayor del que he olvidado el nombre. Con ellos conversábamos de otros temas y se les notaba versados, cultos. No eran unos simples cachacos.
Recuerdo a un suboficial de apellido Olarte. Una vez teníamos clase con él y nos dijo. A ver, ustedes, los estudiantes de quinto, la flor y nata de la intelectualidad de Sullana; Qué es un Soldado?. Yo comencé a pensar en mi respuesta como todos. Olarte, entonces, le preguntó a un alumno del Salaverry (una Gran Unidad Escolar muy famosa en Sullana que lleva el nombre de nuestro más insigne poeta). Y le dijo, algo así, Soldado viene de la voz griega Soldare que significa union homogenea, por lo tanto soldado es el individuo en el que se acrisolan las virtudes como un todo (una respuesta magistral). Olarte dijo (para nuestra desilusión) no, mucho palabreo, mucho palabreo. A ver otro, alguien contestó, Soldado es la persona que defiende un ideal. No, dijo Olarte, aquí hay demasiados poetas. Entonces sin la más mínima vergüenza Olarte dijo: escuchen y grábenselo, Soldado es la persona que viste un uniforme. Nos miramos desconcertados, quisimos reirnos, o tal vez llorar y en ese instante nuestra plegarias le encomendaron encarecidamente a Dios que por misericordia lo recoja. Y quedó grabada su respuesta como la más estúpida que habíamos escuchado en mucho tiempo. El nivel de Olarte debía buscarse como quien explora un pozo petrolero, bien al fondo del subsuelo.
Nos enseñaron a manejar armas. Yo fuí adiestrado en lanzacohetes instalaza RPG (una especie de bazuca ligera) arma capaz de perforar acero, derribar una pared. Disparaba granadas perforantes. A todos nos enseñaron en una marcha de campaña a disparar ametralladora M50 antiaérea. Nos llevaron a la cima de un pequeño cerro en el que estaba instalado un "nido" de ametralladoras, y como a 2 a 3 kilómetros habían otros cerros donde se habían dibujado aviones y tanques y debíamos atinarles. Las ametralladoras hacían una bulla infernal, se les servía con una faja de balas muy grandes, que salían disparadas a una velocidad de 30 balas por segundo. Y cada cierto período salía una bala trazadora al rojo vivo que aún de día se podía ver y te indicaba la exactitud del disparo. También hicimos un simulacro de ataque de infantería, con soldados a pie, gritando desaforadamente y con bayoneta calada para el combate cuerpo a cuerpo. El oficial derribó un arbol viejo con un tronco de 60 centímetros de diámetro a punta de balazos con la M50, para demostrarnos la potencia del arma. Aprendimos que la logística es vital cuando las tropas marchan. Mientras nos desplazábamos, nos seguían camiones con agua y comida. Nos servían de desayuno salchichas de ballena, y de almuerzo y cena unos buenos trozos de carne de ballena con frejoles enlatados, en charolas de aluminio y luego las "lavábamos" con la arena blanca del cauce de una quebrada. (había que ahorrar agua. El ahorro fue otra enseñanza). De noche hacíamos guardia y el oficial pasaba revista a los que estábamos de guardia con el santo y seña, una especie de passvoice. Todas estas acciones las tomábamos con la mayor seriedad.
Y el regreso fue una prueba de fuego, caminando como 25 kilómetros con un morral a la espalda con casi 25 kilos encima, con los pies encallecidos por los borseguíes que no eran cómodos pero que defendían a nuestros pies de las espinas y de los bichos. Bajo el sol abrasador y con el oficial caminando con nosotros. De vez en cuando aparecía el comandante y preguntaba si estábamos cansados y debíamos responderle (por supuesto, era una cuestión de honor) que no. El nos tentaba y decía si alguien está cansado, no se haga problemas, arrodíllese, pida perdón y lo subo al jeep. Nadie lo hizo, pero para desgracia de nuestro colegio, justo un hijo de un alto oficial, compañero que estudiaba con nosotros, se rindió y lo vimos pasar en el jeep. Una afrenta, a los del "Santa Rosa" se nos caía la cara por la humillación, mentábamos la madre, como era posible que a nuestro colegio de curas lo desprestigiara así nuestro compañero, luego de haber demostrado a los estudiantes de todos los colegios nacionales(que eran la mayoría en los Reemplazos Críticos) que teníamos una gran moral. Al final entramos a Sullana triunfantes con barba rala, sudorosos, cansados pero satisfechos y todavía tuvimos estado físico para trotar y ensayar cánticos castrenses. Era la época en que casi todos los alfereces del ejército llegaban a Sullana y se casaban con las chicas más guapas. Los oficiales del ejército eran en Sullana la nueva aristocracia. Averigüen, en los 70 y 80 la mayoría de chicas se casaron con oficiales. Esto lo sufrimos todos los muchachos de 15 años de ese entonces porque nuestra única oportunidad de conseguir enamorada era con chicas de 12 ó 13 años. Las de 14 para arriba ya eran persuadidas por las mamás muy sutilmente para que se casen con un milico. Hoy día las madres tienen otra mentalidad pero en esos tiempos, a la mayoría de madres de Sullana no les interesaba que sus hijas estudiaran una carrera universitaria, no, lo urgente era que se casaran con un oficial, porque así tendría el futuro asegurado, el marido ganaba bien y quien sabe, su yerno podía llegar a ser Presidente de la República y su hija, nada menos, que la Primera Dama de la Nación.

domingo, 7 de septiembre de 2008

ANÉCDOTAS UNIVERSITARIAS II - ALFREDO G.O.

Habíamos ido un grupo de compañeros de la promoción de Medicina de Cayetano a un mitin político. Además de este escribidor había ido mi compañero Guillermo Bravo y otros. El mitin era multitudinario. Los adeptos aplaudían y rugían con los estribillos que el director de barras vociferaba con el micrófono. Nosotros sentíamos emocionados la efervescencia de la pléyade. En eso apareció el orador principal y el mundo explotó en aplausos interminables, cánticos. Era un Dios que venía a redimir al mundo y era obligatorio celebrarlo. El orador inició su discurso con un "Queridos..." y la gente gritó ¡¡¡Bravo¡¡¡ y por lo menos cinco minutos de aplausos y barras. Continuó, "...Compatriotas..." y la multitud nuevamente al ataque con otros cinco minutos de ebullición. El orador prosiguió,"...esta...". Y para no aburrirlos, el líder, a duras penas pudo completar en casi cuarenta minutos, "...noche empezamos la revolución de las conciencias, etc,etc...". El público se calmó y ya el orador pudo expresarse más fluidamente. Entretanto se me perdió mi amigo entre la multitud, él era bajito y empecé a llamarlo, con un grito que ya empezaba a competir con las palabras del Mesías,"¡¡¡Bravo¡¡¡"; el orador seguía hablando y yo no me daba cuenta de la coincidencia. Los asistentes al mitin ya respetaban un silencio venerable y lucían embelesados por el verbo del sol. Y yo, seguía llamando a mi amigo,"¡¡¡Bravo¡¡¡". Hasta que un espectador me dijo, "compadrito, ya pues déjalo hablar...". Y entonces me dí cuenta. Finalmente encontré a mi amigo Bravo y les juro que quería explicarle a la gente la situación y aclarar que no era un áulico más del gurú.
(alfredo guerrón).

ANÉCDOTAS UNIVERSITARIAS I - ALFREDO G.O.

Estoy muy orgulloso de haber estudiado Medicina en la Universidad Peruana Cayetano Heredia. Han de saber que en los ochentas en la jerga peruana al corazón y al reloj le decían "bobo". Los hechos sucedieron cuando estábamos en una fiesta con algunos de mis compañeros de promoción y el nivel sérico de alcohol estaba subiendo rápidamente entre los asistentes. Todo era algarabía y ríos de cerveza diluían la alegría. Pasadas unas horas nuestro compañero de apellido Bolívar se quedó dormido en el césped de la casa donde estábamos. Cerca de él estaba otro compañero Daniel G. Al cabo de una hora, Bolívar empezó a tocarse el pecho y dio la impresión a los demás de que entre rictus de dolor tenía una angina de pecho (un dolor de pecho de origen cardiaco) y dijo, mi bobo, mi bobo. Mi amigo Daniel G. estaba bajo los efectos del alcohol pero se le acercó muy seriamente, se arrodilló, rápidamente diagnosticó la gravedad de la situación y a continuación le asestó a Bolívar un formidable puñete en el pecho e inició las maniobras del Masaje Cardíaco Externo ( aprendidas para casos de infarto o paro cardíacos). Nos acercamos desconcertados para tratar de explicarnos la escena y vimos como Bólivar poco a poco reaccionó, se defendió como pudo y le dijo a Daniel G., oe conchatu... que haces hue..., estoy buscando mi reloj. Soltamos la risotada, Daniel G. abundó en explicaciones, a Bolívar se le pasó la borrachera y empezó a sobarse el pecho por el dolor del puñetazo. Y nosotros tuvimos el perfecto pretexto para festejar media hora más de brindis comentando la anécdota en cuestión. Considero que esos son los riesgos de libar alcohol entre compañeros de una promoción de estudiantes de Medicina. Tomamos demasiado...en serio las cosas.
(alfredo guerrón).

UNA BROMA CON MI HIJO ELÍ.

Hoy recordé con mi hijo Elí, quien ahora radica en USA la siguiente anécdota : Estábamos visitando las galerías de las catacumbas del Convento de San Francisco en el centro de Lima. Mi hijo tenía en ese entonces 7 años. Y en el recorrido subterráneo pasamos al costado de una fosa con varias osamentas. Y ví que estaban cerca a nosotros unos niños observando muy interesados los restos óseos y no obedecían a su mamá que los llamaba para continuar el recorrido. Entonces le quiñé el ojo a mi hijo y le susurré diciéndole, pregúntame de quién son esos huesos. Mi hijo ya sabía que era una de mis bromas y prestándose al juego me preguntó en voz alta ¿papá, de quién son esos huesos? Y yo le contesté, son de unos niños que se perdieron el año pasado. Por supuesto que los niños que estaban cerca, tragaron saliva, nos miraron y se fueron rápidamente en busca de su mamá. Y nosotros sonreimos.

SULLANA Y OTROS RECUERDOS V.

Hoy quiero hacer un remembranza de mis primeros años en la ciudad de Sullana. Tuve la mayor bendición de Dios sin merecerla, la gran suerte y el inmenso honor de tener como madre a la Señora Ida María Ojeda Abad, Marujita. Ella era profesora y me enseñó los grandes valores que me sirvieron para siempre en mi vida y además a leer y escribir antes de asistir al primer colegio. Me han dicho que mi madre se ha muerto y yo no les voy a creer nunca, eso es imposible. Me he portado rebelde al no ponerme luto y nunca he visitado su tumba. Es que mamá no se ha muerto la llevo para siempre en mi corazón. Me he convencido de que ha viajado y que en algún momento la voy a volver a ver. Si no fuera por mi madre no sería lo que soy sobretodo en lo bueno. Estudié jardín en el "Jardín de la Infancia" de la señorita Santitos Gallo a quien recuerdo gordita, colorada y bonachona. Se robaba la confianza de todos los niños. Transición la hice en el colegio "San Juan" (de la esquina de la avenida Tarapacá con la avenida José de Lama) de un gran profesor el señor Teodoro Uriol Gálvez. Y finalmente recalé en la que sería mi casa por 10 años, mi querido colegio "Santa Rosa" de los hermanos maristas. Inicié mi educación primaria en el año 1966. De los profesores laicos, tengo los mejores recuerdos de Mario Ramírez (creo) y de Lino Valdivia. Si no recuerdo mal, Lino al despedirme de la primaria me arengó diciendo : Guerroncito eres de una buena madera como para triunfar . Recuerdo a algunos de mis compañeros de colegio como Carlos Pulache, Miguel Quiñoñes, Jorge Cisneros, Matallana, Anchiluri, Humberto Lozano, Eddy Herrera, Pedro Ortiz, Jorge Devoto,Marco Urbina,León, Fassbender, entre otros. Nosotros estudiábamos en el horario de mañana y tardes. Años después se instalaría el horario corrido. Diré que he sido tranquilo y me gustó el estudio desde siempre. Me encantaba leer e iba, los sábados, a casas donde alquilaban revistas y me quedaba varias horas leyendo : Valiente, Juan sin miedo, Chanoc, Tawa, Linterna Verde, Superman, Batman, Flash, Santo el enmascarado de plata, Blue demond, Archie, Pato Donald, Mickey, Rico Mac Pato entre otras. Luego me interesó una lectura más seria y me inscribí en la Biblioteca de Sullana que funcionaba en la calle Enrique Palacios. Me gustaba el fútbol pero nunca fui un buen jugador. En mi descargo les contaré que fui asmático desde los siete años de edad y eso limitó mi rendimiento físico, ya que en ese tiempo el tratamiento era muy rudimentario. Aprendí a jugar trompo pero sobretodo a hacer malabares, aún puedo tomar un trompo al vuelo con la mano y hacerlo bajar por la piola sin que se caiga. Fuí un excelente jugador, modestia aparte, de bolitas de vidrio y en el barrio era poco menos que invencible. Se jugaba al "ojito" y al "fondo". Después de Lima traerían el "ñoco" que nunca nos gustó. Nosotros vivíamos en una casa de la calle Lima 584, propiedad del Señor Montero. Al frente estaba el colegio particular "Inmaculada Concepción" de la señorita Kcomt, una chinita agradable. Tenía de vecinos al relojero Nazario Vilela, al carpintero Miranda y al "Jardín de la Infancia" donde estudié. Y al frente al Señor Camacho con su tienda de venta de plásticos. Más allá estaba Carranza un excéntrico personaje que aparecía cada incierto tiempo con su luenga barba, su sonrisa y su bicicleta para vendernos canicas, boleros, figuritas de álbumes,juegos de cartas. Colindábamos con la calle Leoncio Prado a la que le huíamos porque la considerábamos un tanto maleada por estar plagada de bronqueros. Sólo la visitábamos para ir de compras a los mercados de la Señora Gilda y de la Señora Tola. En la calle L.Prado estaba la estación de los bomberos y la casa de Pichín Figallo (un gringo de casi 2 metros de estatura) casado con la señora Tila, una simpática señora (de 1 metro 50cms. de estatura), amiga de mi mamá. Recuerdo que Pichín trabajaba en el Hospital de Sullana y tenía unas hijas muy hermosas. La más bonita era Nory (con despampanantes 1 metro 90 y unos ojos arrobadores que me robaron la memoria para siempre ) ; también muy bonita era su otra hija Rossina, que fue reina de Sullana. Bertha también era bonita y la hacía más bonita su carácter. Debajo de la casa de Pichín estaba la primera fábrica de chupetes de la ciudad llamada HERGUEOLA (creo que era un acrónimo de Hernán Guerrero Olaya, su dueño). En la esquina con la calle Piura y la "Lionzo" (un barbarismo de la calle Leoncio Prado) cantaba Pedro Infante, un demente tranquilo que ofrecía su show y se sonreía interminablemente con una mueca calculada. En la recta de mi primera casa, esquina con la calle Sucre estaba la primera Clínica de Sullana la "Clínica Zegarra" del doctor Mauro Zegarra Grippo, padrino de matrimonio de mis padres y el notario que certificó mi llegada al mundo luego de un parto tormentoso. Al frente de la Clínica pero en diagonal estaba el local del peluquero Cornejo, un señor muy amable y gran artífice de la remodelación de las caras. Luego estaba la casa de la señora León, artesana de cocadas y manjares blancos inolvidables. Creo que continuaba la casa consultorio de un gran médico Cirilo Espinel Nóblega, el local de Radio Sullana y un taller de lápidas.En la misma cuadra del cine Excelsior estaba el paradero de autos para Talara ( en ese entonces duraba dos horas y media en una pista que era la verguenza-no se cómo poner diéresis- del Perú. Con el peor asfalto rumbo a la ciudad productora de asfalto ). Por aquellos tiempos la calle Lima era asfaltada más no así la calle Callao ni la L.Prado. Ese era nuestro barrio. En la calle Callao vivía la Señora de Valdez con sus hijos, entre ellos : Omar un excelente amigo, gran jugador de fútbol y un playboy de la época. También estaba la casa del relojero Don Pedro Ortiz, gran señor y mejor padre. Su hijo Pedro Ortiz,"pedrín" fue un gran amigo. Recuerdo que su padre lo llevaba a los estadios de Sullana, Piura y Talara según sea el caso de un gran partido. Estaba también la casa de mi abuelita la Señora Josefa Abad Saavedra, Pepita, a quien yo quise entrañablemente y cariñosamente le llamaba abuelina. Recuerdo los sábados en que me llamaba casi susurrando para invitarme desayuno de cachema frita y una chicha de maíz tipo avena que me ha quedado como una deuda impagable en mis recuerdos. Y en esta calle Callao estaba la peluquería de Felipe Cortez, famoso por sus sobremesas en las que alardeaba de haberse comido un bistec que creía que era la colcha por el tamaño. Recuerdo que les enseñó a los muchachos de su barrio a jugar al ajedrez y se convirtieron en grandes jugadores. Yo aprendí por mi cuenta perdiendo y perdiendo. Me olvidaba decirles que el ajedrez fue una de mis grandes aficiones. También en esa calle estaba la casa del señor Paulini y en la esquina con la calle Espinar se ubicaba la tienda del señor Guzmán y del señor Castillo. En la esquina de la calle Grau con la Callao estaba la tienda del señor Alfredo Reyes, con sus interminables 2 metros de estatura. gran contador de chistes. Tuve el gran honor de ser amigo de su hijo Manuel de quien una vez no se supo más. Y de Walter su otro hijo. Aquí contaré como aprendí a tocar guitarra. En la calle Grau, la cuadra 10 se reunían en vacaciones muchachos que sabían tocar guitarra y cantar. Y después de un rato la guitarra sobraba. Yo le decía a Walter Reyes, "por hoy llevo la guitarra a mi casa y mañana te la llevo a tu casa" y él asentía. Me llevaba la guitarra de Walter a mi casa y practicaba miles de veces. Mi mamá no me decía nada pero debe haber sido desesperante escuchar unas notas repetidas hasta el infinito. Calín Deza, otro de mis grandes amigos, me enseñó unos acordes y rasgueos. Es así como pude practicar hasta que algo aprendí.
(alfredo guerrón)

SULLANA Y OTROS RECUERDOS IV.

**Cuando estaba en primaria en el colegio "Santa Rosa" de los hermanos maristas, me trasladaba en la movilidad del colegio, tanto de ida como de vuelta. Esta movilidad era un ómnibus de color plomo muy largo ( los sullaneros decimos larguisisisisí...simo). Ya en la secundaria decidimos con mamá que yo podía ir tranquilamente a pie y además se ahorraba el monto de la movilidad para otras necesidades más urgentes. Claramente recuerdo al chofer y al Secretario del Colegio que iba cuidando a todos los niños. Me he olvidado el nombre del chofer pero si recuerdo que el secretario se apellidaba Celi. Debo decir en su honor que el chofer era muy cuidadoso para manejar y ninguna vez tuvimos un percance que lamentar. Y el secretario siempre cuidaba la disciplina en el ómnibus de la mejor manera, era enérgico pero sin exagerar. Bien por los dos.
**Recuerdo que en la Plaza de Armas de mi ciudad natal habían unos frondosos árboles de tamarindo y, mis amigos y yo con piedritas tratábamos de derribar algunas vainas para, a continuación, dar rienda suelta a uno de los placeres carnales más exóticos que sólo los habitantes del trópico pueden comprender, chupar la fruta del tamarindo que con su sabor agridulce provocaba muecas, rictus y placer. Y la adicción se manifestaba cuando, de tanto comer tamarindo, el paladar se inflamaba y se cuarteaba. Después pasaban hasta tres días para recuperar el paladar, mientras tanto se sufría para comer. Pero bien valía el sacrificio.
**Recuerdo el aroma del guayabo, la exquisitez incomparable de su fruta y las peripecias para conseguirla. La parte de atrás de la casa de mi querida abuelina materna Pepita, colindaba en ángulo recto con la parte de atrás de la casa de la familia Colmenares. Desde allí se divisaba un hermoso guayabo de unos 7 metros de altura con sus tentadoras guayabas amarillas. Nosotros con mis primos trepábamos la pared y con un palo de carrizo con un aditamento de alambre en la punta sustraíamos las guayabas y nos dábamos un atracón. Mi consejo a los lectores es que no deberían morirse sin antes comerse una guayaba. Es una obligación moral. No exagero.
**En otra oportunidad les voy a contar acerca de la primera y única huelga escolar que se desarrolló en mi colegio. Voy a ordenar mis recuerdos para relatarles esta historia que es muy amena.
**También estoy programando hablar de las movilizaciones que se hicieron en Sullana contra SINAMOS el organismo del gobierno militar. Y la toma del colegio Salaverry por sus alumnos con el loco Cruz como principal cabecilla, en la azotea hizo patrullar marcialmente a sus compañeros con fusiles de madera pero con una seriedad que provocaba la falta de respeto de los voyeuristas que estaban apostados abajo y que le decían, Loco baja que tu papá ya está viniendo para sacarte la m...
**Y el recuerdo más conmovedor sucedió una noche de 1973. Yo acababa de ver la serie de Ironside que trataba de un detective discapacitado, y me fui a dormir . Eran las once de la noche y si no recuerdo mal a eso de las 12 y 30 de la noche me despertaron con un, "Alfredito despiértate, Terremoto". Era una palabra que solo había escuchado en las clases de geografia. Salí somnoliento y asustado, y por causa del sismo habían cortado el fluido eléctrico y la ciudad estaba a oscuras. Escuchábamos comentarios del tamaño de, "Guerrón ya nos llama Dios", y oraciones para la gente sin fe de la categoría de, "Aplaca Señor tu ira", que he considerado lo más estúpido sobre la tierra. ( ¿ Es que Dios es un energúmeno, es que a veces no controla su comportamiento y se le sale el indio ? ) Nos pusimos en la puerta de la casa de la calle Lima 584 y veíamos que la gente gritaba y corría a su casa. Yo recuerdo que en la pared del colegio Inmaculada Concepción que estaba al frente de mi casa empezó a aparecerse una grieta que avanzaba de abajo hacia arriba con rectas caprichosas que semejaban zig zags. Nuestra casa era de quincha y en los siguientes días fue declarada inhabitable por Defensa Civil. Es así que nos fuimos a vivir a casa de mi tia Melita por un año. Después nos mudaríamos a la casa de la calle Grau 1033, que fue mi última morada en Sullana. Hablando del terremoto les contaré que casi todo el perímetro de mi colegio se cayó y como el terremoto creo que fue en Diciembre, el año escolar terminó abruptamente.
Con mis amigos tratamos de ir a ayudar a Querecotillo, un distrito a 20 minutos en auto desde Sullana, del cual se tenían las peores noticias, pero no pudimos llegar, la pista estaba tremendamente deteriorada con unas grietas insondables. El centro de Sullana había quedado muy dañado y recuerdo que el local de una zapatería (que vendía zapatos, porque hay otras donde arreglan calzado que también acostumbran llamar zapatería) se derrumbó y habían saqueado la mercadería.
(alfredo guerrón).

CUENTO CORTO - TIRO DE GRACIAS - ALFREDO G.O.

Tengo este Smith and Wesson cargado con seis balas. Lo he acariciado varias veces y en estos últimos tiempos he postergado la decisión de encaminar una bala sólo por cobardía. La valentía fue una enfermedad que se me ha ido curando con la edad. En los últimos años, un tiovivo me ha estado rondando la cabeza y su última parada, siempre, es mi sien derecha. La gente dice que soy un siete vicios y no tengo argumentos para contradecir esa opinión. Algunos pueden calificarme de un hijodeputa y se quedan cortos. Reconocerlo es lo único de honestidad que me queda. Me he pasado la vida burlándome de todo y de todos. Y aquí estoy lamentándome. No he tenido coherencia, porque debería morir en mi ley, ser un hijodeputa toda la vida y ser un hijodeputa al final. Sin lamentos. Sería admirable y me ganaría el respeto. En el juego de la vida debí jugarle aunque sea un boletito a mi hijo. Se me fue. Tuve la oportunidad en mis manos, incluso mi hijo me la brindó. Se acercó a pedirme ayuda al final de su carrera y como yo le había fallado, antes, muchas veces, me dijo, piénsalo pá, si no lo haces por cariño aunque sea juégate un albur, a lo mejor me va bien y yo podría ser tu bastón para la vejez. Y yo me molesté todavía, putamadre, me rasgué las vestiduras y le dije que cómo era posible que me dijera eso. Y le fallé en la última vez, era mi última oportunidad y no lo ayudé. Qué estúpido. Me ofreció una transacción, estaba fácil, incluso el monto que me pedía no estaba fuera de mi alcance, no debía invertir mucho. Pero no lo apoyé. Si lo ayudaba quedaba perdonado todo y se quedaba con una deuda eterna conmigo. Qué me hubiera costado ayudarlo aunque sea con alguito. Pero se me fue. Es que a mí tampoco me ayudaron. Ya sé que esto no sirve de justificación. Pero ya lo hice y tengo 80 años, estoy medio ciego y sobretodo, sólo. Hay una bala perdida en el tiempo que ya está encontrando su rumbo y que, inexorablemente, viene por mí. La gente dice que uno de mis peores vicios es jugar juegos de azar. Yo no lo considero un vicio, modestamente, es mi profesión, corrijo, es mi religión. Se supone que a través de muchos años de jugador profesional he desarrollado una intuición especial para descifrar esos códigos que están velados para los profanos y que permiten poseer, a los iluminados como yo, más probabilidades para ganar. Se suponía y en la jugada de mi vida, cometo ese lance, increíble. A mí, todavía. Se me fue la jugada maestra, la que hoy cambiaría mi vida y me permitiría acceder a la muerte entre los míos. Si dicen que al mejor cazador se le va la paloma, diré que al peor jugador, al más vicioso se le fue un águila, porque mi hijo se transformó en un águila y yo pude haberme cobijado ahora, aunque sea un ratito, bajo su égida, sobretodo hoy que más lo necesito. Pero con que cara voy a pedirle perdón, y ayuda. No me habla hace 30 años y tiene toda la razón. Me lo he ganado. He agredido impunemente durante muchos años a su madre, a sus hermanos y a él. He desprestigiado el apellido, lo he relacionado con deudas, con estafas, con inmoralidades. Soy un paria y no puedo pretender ahora reinvindicarme. ¿ Cómo me recordarán en Sullana ? como el alcahuete de los Generales. Es que yo llegué a grandes alturas. Puta, qué tal título, pero es lo máximo que he hecho. Les diré que en los tiempos del gobierno militar yo me ganaba la vida como proxeneta, poniéndoles hembras a los militares y me pasaba de rastrero (recién me he dado cuenta) dirigiéndome a ellos como "mi general". Es demasiado tarde. Ya no se puede retroceder lo vivido. Y todavía pienso, que imbécil conchesumadre. Me pude haber asegurado con mi hijo. En que mierda estaba pensando. No lo veo hace 30 años, no conozco a mis nietos y por supuesto ni siquiera han querido conocerme. Sé de sus venas artísticas y de sus triunfos que no son míos definitivamente. Ya no existo. Vivo en una covacha. Y para colmo hace una hora, el destino, inclemente, ha tocado mi puerta, ha aparecido como una mano que parecía de apoyo pero que a la vez me ha lanzado la última bofetada. Me ha dado el aliento que me faltaba. Mi hijo ha venido a verme con dos hermosos jóvenes, mis dos nietos, a decirme que todo está olvidado, que no ha pasado nada y que quiere que viva con ellos. Y esto, es demasiado para mí. Le he agradecido con las únicas lágrimas que me quedaban, y le he dicho que por favor vuelva en la tarde a recogerme, mientras empaco algunas cosas, para irnos. Sin que él se lo proponga, me ha reducido a la mínima expresión, ya no queda nada de mí, es el adiós. Me siento una alimaña. Pero tamaña nobleza no puedo menos que corresponderla que con este tiro en la cabeza.
(alfredo guerrón)

SULLANA Y OTROS RECUERDOS III.

Voy a hacer un recorrido imaginario por la calle Grau, viniendo desde la transversal Enrique Palacios. Empezaré por derecha, viniendo yo. En esa acera estaba la tienda del Sr. Agurto y casa de Maffo, un conocido. Luego estaba el Chifa"Tay Shing" al que se consideraba muy bueno. Frente al chifa estaba el paradero de autos para Piura.
Luego seguía la casa de la familia Paulini, uno de cuyos hijos falleció trágicamente ahogado en el río Chira. Varias veces nos cruzamos con él cuando íbamos al río por el lado de la Loma de Mambré.Proseguía la casa de un armero, la talabartería de Domenack, el café Grau, un buen restaurante. Cuando en casa mamá no había preparado almuerzo por razones de tiempo, ella trabajaba de sol a sol, comprábamos la comida en ese café y no había pierde. Y en la esquina estaba el local del Club"Jorge Chávez". Este club tenía en ese entonces un equipo de fútbol. Los verdaderos clásicos de Sullana fueron contra el "Alianza Atlético". El estadio era un lleno total y entre los personajes se veía a Mario La Chula, clásico, el dandy de la época, que a esa hora infernal lucía impecable en el estadio con terno celeste, zapatos blancos de charol y cubría todas las apuestas. El "Chávez" tiene un local pequeño pero sitio de culto para los vespertinómanos y noctámbulos. Se jugaba casino y otros juegos de azar con cartas. Tenían mesas de billar y billas. Y un cafetín legendario. Su café es gourmet y su sánguche de asado, inolvidable y muy económico.
A la izquierda en esa cuadra solo me acuerdo del cine Grau, el segundo mejor en Sullana. Respecto del cine Grau, diré que es el cine de nuestras primeras escaramuzas de búsqueda de lo furtivo. Le pagábamos a "El negro" y a "Alvarito" para que nos deje entrar a balcón a las películas para mayores de 21 años.
Y creo que en esa cuadra también había una ferretería.
En la siguiente cuadra, derecha, recuerdo a una renovadora de calzado de La Chira, la casa de los Valverde, el centro educativo"Niño Jesús de Praga", la casa de mi profesor de inglés Rolando León, un profesor demasiado serio que proponía desde esos tiempos una distancia insalvable con sus alumnos y por eso la distancia que nos separa de él, ahora, es infinita. Y en la esquina, el local del Partido Aprista, local de grandes mítines y al que por las mañanas le daban en concesión al Sr. Andrés.Lo ayudaban su hijo y un negrito que tenía vitiligo(despigmentación de la piel que allá en Sullana le llaman karate). Este señor hacía un gran ceviche casero y barato.
A la izquierda estaba la ferretería "Acha"donde atendía Gironcito, conocido en Sullana, un personaje. Seguía la casa de los Quedena, que en verdad los recuerdo como unos tipos antipáticos, creo que menospreciaban a los menores y se burlaban de ellos. Si alguna vez quisiera dibujar la cara de la burla, me acordaré de uno de ellos. La pregunta es, ¿ se seguirán burlando de todos ? Luego seguía la casa de un tal Chérrez,la posta médica de los policías, la casa tienda del profesor Panta y el local del fotógrafo "Miranda" regente de los grises y del sepia.En la esquina estaba la csa de los Acha.
En la siguiente cuadra, derecha, estaba la casa del señor Montero, un respetable senil, creo que tenía a su hija estudiando en España. Les diré que fuimos sus primeros inquilinos de la calle Lima 584. Luego seguía la casa de la familia Chávez, muchos de ellos, profesores. Un sobrino de esa familia, Filiberto, fue un gran amigo mío en una época breve. Llegó a ser un gran karateca. A continuación estaba la casa de la familia Olivares, que era además panadería. Calidad de familia, muy trabajadores. Tenían uno de los primeros televisores del barrio y pagábamos 10 céntimos para ver series. Veíamos: "Combate","Los patrulleros del oeste","la familia Monroe","Rin Tín Tín","Gomer Pyle","Flash Gordon","Ironside", en días diferentes por supuesto,entre otras series. Nos sentábamos en unas bancas y lo adoptamos como nuestro cine del barrio. Seguía la casa del Señor Herrera Benvenutto, con su esposa Graciela, y sus hijos Eddie ( un gran amigo) y su hija Flor (de la promoción de mi hermana). El señor Herrera muchas veces nos llevó a la playa de Colán en su camioneta. Creo que trabajaba en el Banco Agrario. Después seguía la casa de la familia Ladines, su fama era de matemáticos. Luego, la casa de los Koga, con su sobrina Ruthy, muy guapa ella. Seguía la casa taller de Don Julio Morales, propietario de la sastrería "Jul Mor". Todavía alcancé a pedirle algunos trabajos, como el terno de mi fiesta de promoción. Ahora los sastres son una especie en extinción o son profesionales de élite. Luego seguía la casa de un gran amigo de mi hermano Frano, Juan Sánchez. También estaba la casa del señor Zapata, que trabajaba en el colegio "8 de Diciembre". Su hijo es, actualmente, ingeniero y fue un gran amigo. Esta casa también tenía un coliseo de gallos. Luego seguía la casa de la familia Basurco, la rama de alcurnia ( en la calle Leoncio Prado vivían los Basurco plebeyos), luego la casa del abogado Infante, gran guitarrista y cantor de boleros, poseedor de un auto datsun o taunus amarillo y finalmente una de las esquinas de la casa del Dr.Adán Arenas.
En la izquierda estaba el local de la federación de los empleados bancarios que era una tienda cooperativa. Luego seguía un depósito de venta de cemento. Después estaba la casa de la familia Borrero. Si creen que han visto a una chica linda están totalmente equivocados, esperen a que les cuente alguien como era Giulianna B., bellísima e inalcanzable. Mis profundos respetos, debe tener familia, es solo un recuerdo de uno de sus antiguos fans. Seguía la casa de la familia Pacheco, señor que fue juez, su hijo fue un estudiante de élite, de súper élite, en el "Santa Rosa" y luego médico. Luego seguía una casa muy grande donde vivía el abogado Borrero, colorado, pelirrojo y con barba. Sé que es un eximio literato. Alguna vez siguió la casa de la familia Canaval, cuya hija era preciosa. Luego estaba la casa de la familia Franco, conocimos a Doña Angelita, la matriarca, una de sus hijas, Silvia, muy bonita. Y su hijo César estuvo emparentado con nosotros y punto. Finalmente en la esquina estaba la casa de Don Alfredo Reyes, con sus interminables 2 metros de estatura, gran contador de chistes y piropeador consumado. Conocí a su esposa, la señora Tarcila, una gran dama y a sus hijos: Oswaldo, Blanca, Rosita ( muy bonita), Walter (gran amigo, poseedor de una excelente voz para el canto, uno de los culpables de que aprendiera guitarra), y finalizo con Manuel, uno de los amigos que recuerdo con mayor cariño. Hemos compartido muchos ceviches en la calle Leoncio Prado, muchas películas e innumerables pláticas. Él se fue a estudiar ingeniería de minas en la Universidad de Huamanga, luego coincidimos cada vez menos y una vez me dijeron que desapareció para siempre. Yo he orado por su eterno descanso con mucha dedicación y he pedido por la resignación para sus padres y familia. Conocí a los sobrinos de Don Alfredo, Juvenal, Manuel Nicasio, Rafael, Cristina y otra sobrina más que no recuerdo. Hoy son grandes profesionales. Rafo fue un gran amigo, compartimos muchas horas juntos, cine, fiestas, coloquios. Estudiábamos en colegios distintos pero compartíamos aficiones comunes. Yo he tenido amigos en paquetes cuánticos, si se puede decir.
Mencionaré que nosotros hemos vivido como una gran transformación de nuestro barrio el asfaltado y el alumbrado público de la calle Callao.
En la cuadra 10 de la calle Grau, derecha, empezaba la casa de la familia Valdez, con la Madre de ellos, una gran dama, que supo sacar adelante a sus hijos. Sus hijas muy bonitas todas:Mary, Rosa y Jesús. Y su hijo Héctor Omar, un gran amigo, muy leal, criollazo, gran jugador de fútbol y deportista de élite. Nació mucho antes, si hubiera nacido hoy, muy probablemente hubiera seguido los caminos del éxito con las selecciones de menores y luego la profesional y sin exagerar algún contrato en el extranjero. En el colegio era trompero, se enfrentaba a cualquiera. Una vez me defendió, estábamos en cuarto de secundaria y unos alumnos de quinto nos querían desalojar a la fuerza para jugar ellos. Omar se enteró y me dijo, qué pasa guerroncito, y retó al líder y se trenzó. Nos hacía respetar. Es que en los colegios hay tribus urbanas que manejan sus códigos de jerarquías y los van tejiendo de acuerdo a los resquicios que permiten los débiles y a los abusos que pueden perpetrar los mal llamados fuertes. Un gran amigo. Íbamos juntos con Ricardo Benites, Mickey Agurto y otros a los quinceañeros (acá en Lima se dice quinceañeras con"a"). Recuerdo una anécdota. Habíamos adquirido la costumbre de tomar un par de tragos antes de ir a las fiestas, dizque "entonados". Por lo general era ron puro o con gaseosa. Hacíamos una colecta para una botella chata o una botella grande, según sea el tamaño del grupo. Pues un día estábamos misios. Omar preguntó, alguien en su casa tiene trago. Hubo un silencio que extrañamente rompí yo. Dije, mi tío Carlos, hermano de mi mamá ha llegado de Tarapoto y le he visto traer una caja de whisky Ballantines, sé donde está la caja, en la casa de mi abuelita. Omar dijo, Alfredo tú mismo eres. Era una de esas órdenes que uno espera para hacerse famoso y quedar grabado para siempre en el corazón de sus amigos. Es así que inicié una de las pocas operaciones comando de mi vida. LLegué a casa de mi abuela Pepita, la saludé con el cariño especial de siempre. Recorrí la casa y me asaltó la duda (que ironía, el colmo del asaltante, que en el momento crucial lo asalte LA DUDA ¡¡) y si mi tío se hubiera llevado su licor a otra parte ?. Mi tía Hilda estaba en su cuarto. Esperé a que salga, me cercioré de que iba a demorarse, entré, busqué debajo de su cama. Y bingo¡¡ Allí estaba la caja de whisky¡¡. Saqué una botella. Salí inmediatamente y me fui a casa de Omar. Allí me esperaban los muchachos. Nos servimos vasos medianos casi llenos y nos pareció suave, muy suave.No sentíamos nada.Comentamos,creo que está muy débil el licor. Alguien dijo tomemos el resto de una vez y nos vamos. Así lo hicimos. Había pasado media hora desde que iniciamos el brindis. Nos dispusimos a salir, me paré y se me movió el piso. Intenté hablar y me salió una voz farragosa. Los otros sintieron lo mismo y empezamos a reirnos. Todo terminó cuando llegamos a la fiesta y nos preguntaban que había pasado. Nos seguíamos riendo y estábamos mal.
Seguía la casa de la familia Colmenares, recuerdo a Charito muy bonita y una dama. Era la casa de los guayabos. Hasta ahora me preguntó porque no cosechaba esas frutas tan exquisitas y las vendía. Pero las avecillas del barrio se lo agradecerán por siempre. Luego estaba la casa de la familia Niño, con sus dos hijas Marita y Violeta; ambas, una más linda que la otra. En serio, es el primer imposible matemático que he visto. Luego la casa y botica de la señorita Vargas Machuca, que tenía un hermano de habilidades especiales, el Mono. A continuación la casa de la familia Sánchez, luego la vivienda de un amigo de nuestra familia, Raúl. Con Raúl hay una anécdota. Era una Navidad y cerca de las doce vimos que la casa de Raúl estaba con las luces apagadas. Les diré que él se ganaba la vida lustrando zapatos. Le dijimos a mamá para invitar a Raúl a compartir la cena navideña. Mamá asintió por supuesto y comimos juntos un pollito asado y panetón. Una de las navidades más felices. Luego la casa de la familia Rentería, un odontólogo con fama de Rosacruz. Seguía la casa de Doctor Castillo, médico muy querido en Sullana, casado con una gran dama argentina y hermosa además. Tenía una hija muy bonita. Su hijo creo que se fue a estudiar Medicina a Argentina. Sé que las exequias del Dr. Castillo fueron multitudinarias. Luego seguía la casa de la familia Alvia.
En la cuadra 10, izquierda, estaban, primero la casa de la chiclayana, una mujer atractiva, algo llenita que aparecía espectralmente por épocas. Hasta ahora queda la duda en el barrio de a qué se dedicaba. Pero seguramente a algo bueno, todo con el mayor de los respetos. A continuación estaba la casa tienda de la señorita Colmenares. Luego la casa de la familia Córdova. Un señor con varias hijas. Uno de los tristes recuerdos de Sullana ocurrió así. El Señor Córdova acostumbraba llevar a la playa a sus hijas los domingos. Un domingo no fue. Sus hijas se fueron por su cuenta. A mediodía su padre murió. Yo estaba en mi casa como a las tres de la tarde y escuchamos unos gritos lastimeros, tal vez los más tristes que recuerde, que bajaban por la calle Grau, les habían ido a avisar a las hijas del señor Córdova y regresaban con el luto a cuestas. A continuación estaba mi vivienda en el número 1033. Luego seguía la casa de la familia Campos. Después estaba la casa de Lalo Gallo y su hermana una hermosa pelirroja cuyo nombre no recuerdo pero de cuyo rostro no me olvido. Era lindísima. Seguía la casa del orfebre Troncos. En la siguiente cuadra solo recuerdo la casa de Iván Calderón, gran deportista y un triunfador actual, de Jorge Cisneros un gran amigo. Y paro de contar.
También les diré que en la misma calle Grau, antes de la Enrique Palacios, estaba la casa de mi compañero de colegio Mario Merino Gima, la casa y consultorio del Dr. Green, la casa de otro compañero de colegio Alberto Castillo Sánchez y el local de una renovadora de calzado atendida por un artesano que tenía dotes de escritor y que hace poco me enteré que se había suicidado.
Hasta ahora me pregunto si la Amistad se jubila, entra en receso, se debilita hasta morir, o son solo recuerdos. Y no tengo la respuesta.
CONTINUARÁ...

SULLANA Y OTROS RECUERDOS II.

En la calle Alfonso Ugarte, cuadra 8, recuerdo que vivía la familia Jaramillo, la familia D'franchesch, la familia Chérrez. En la cuadra 9, vivía la familia Hernando, la familia Cortez, la familia Yamunaqué, la familia Manrique, los Borrero y la familia de un buen amigo Carlos Navarro. En la cuadra 10, Los Otoya, cuyo padre es un gran periodista, los Alemán, el pintor, de brocha fina, Segundo Bermejo, la familia Cruz.
En la calle J.J.Farfan vivía la familia Villalta, los Acha, Los Jaramillo (familiares míos, la tía Julita, la tía Iluminada, mis primos César y Beatriz), la familia Noblecilla, la familia Fassbender, los Escudero (Patricia era amiga de mi hermana Malena), la familia Feriolli (con su hermana Rossina, alguna vez reina de Sullana), los Canales, los Hunter ( su padre el gringo o colorado; su madre una gran dama, soy amigo de Harry y Alex. Recuerdo a Peter, pequeñito aún, quien hoy es un gran profesional y ha escalado a cotas muy altas), los Benites ( mis grandes amigos, Isidro, Ricardo y Francisco), los Paulini (un señor solterón y en la esquina otro señor Paulini que vendía leche fresca), y también estaba la casa de mi abuela paterna Ernestina con mi entrañable tío Víctor.
En la calle San Martín, que era la principal de Sullana, estaban el Bazar Reyna de la familia Vences, el bazar Irene, los Almacenes Valdivieso, el local del colegio nacional de primaria donde enseñaba mi senora madre, la Librería Cultura, el bazar Ibárburu, el local del Banco Regional del Norte, la farmacia del Dr. Cruz merino, el local del distribuidor de loterías, el Sr. Manuel Urbina, el mago de la suerte.
Más abajo, la juguería Navarro, el local de la comandancia de la Guardia Civil, el local del Banco Popular, el local del Banco de Crédito.
En la plaza de Armas estaba el local del bar y heladería "Venecia" fortín de las familias aristocráticas. Luego se democratizó.
En la Avenida José de Lama, estaba el terminal terrestre, el que yo usé para despedirme para siempre. El colegio de Aplicación, el colegio San Juan, de ese gran maestro Don Teodoro Uriol Gálvez, el colegio Nacional José Cardó, La heladería Shapra, la casa de mi amigo Fernando Gonzales Del Campo, de la familia Ibárburu, de la familia Tassara, de la familia Correa, de la familia Girón. Más arriba la Urbanizacion de los trabajadores del Banco de la Nación, el colegio nacional de mujeres "Las Capullanas".
En la calle Sucre, la casa de la familia Carrión (recordamos a su hija Patty), el cine Excelsior, el bar San Martín, el paradero de autos a Talara. En la siguiente cuadra, una marmolería para lápidas ( de esas lápidas en que se escribe "recuerdo imborrable" y que despúes de un tiempo vas y ya no se puede leer muy bien) , los consultorios de los Dres. Cruz Merino Y Cirilo Espinel. La casa de la familia León (familiares de un compañero de promoción), el local de Radio Sullana (dirigido en ese entonces por un extraordinario periodista Don Pablo Cruz Arrunátegui), la peluquería del Sr. Cornejo.
En la siguiente cuadra, la casa tienda del Sr.Vílchez. Recuerdo a una de sus hijas como una muñequita. La volví a ver hace unos seis años y sigue tan guapa. Un saludo para ella de uno de sus fans. Más arriba la casa de la familia Alburqueque ( con su hijo, un amigo, Memo). Y casi al final la casa de los Olavarría, los Távara Castillo, de mi amigo Karin Palomino, de los Quinde.
En la calle San Martín, arriba, la casa de una gran persona Freddy Rosales (compañero de colegio, gran estudiante y mejor deportista, nadador de élite) y la tienda de bicicletas de Don Félix Nunura Paiva.
En la calle Lima, cuadra tres, viniendo de la Bolívar, estaba el consultorio de un abogado o médico Policarpo Alvarez. En la esquina la farmacia del Dr.Cruz Merino. Aparecía la calle San Martín como transversal. En la siguiente cuadra, en la esquina una juguería, el consultorio del Dr. Hernán Espejo Gallo. Al frente en la esquina, el bazar Reyna, una pequeña librería "Ordinola" y la peluquería "Myra" del Sr. Cornejo y sus hijas. Al Sr. Cornejo lo recuerdo como un señor mayor, muy educado y correctísimo como persona.En el segundo piso estaba la casa de la familia Martínez Ríos. El padre era abogado, usaba ternos blancos y corbata michi. Fui amigo de uno de los hijos, Carlos y hace unos años trabajé con otro integrante José, médico, y excelente amigo. Luego aparecía la calle Sucre como otra transversal.
En la cuadra 5 de la Calle Lima estaba la clínica del Dr.Zegarra, padrino de matrimonio de mis padres. La casa taller de un orfebre.La tienda de los Aponte, el local del "Jardín de la Infancia", la carpintería del Sr.Miranda, la relojería del profesor Nazario Vilela, mi primer domicilio y la tienda del Sr. Montero, propietario de la casa que habitábamos. Al frente estaba la casa y cevichería del Sr. Andrés, la casa de Carranza, la casa tienda del Sr. Camacho que educó a sus hijas en valores, valiosas chicas. El local del colegio "Inmaculada Concepción" y la esquina del local del partido aprista. Aparecía otra transversal, la calle Grau.
En la cuadra seis estaba la casa de la familia Lozano, con Humberto un gran amigo mío y compañero de colegio, buen alumno. Su hermano Nino y su hermana Adriana o Roxana, no estoy seguro. Luego venía la quinta donde vivía Domingo Zapata, donde se realizaba la broma del billete, motivo de un escrito en mi blog. Y paro de contar.
En la calle Leoncio Prado, la popular "lionzo", iniciaba en la calle Lima, yendo por izquierda, estaba la casa tienda de la familia Aponte, seguía la casa de la familia Figallo con una de sus hijas bellísima, la casa de mi querido profesor Don Napoleón Jáuregui, luego una casa donde vendían ceviche y alquilaban revistas (allí iba para esas actividades), la tienda de la Gilda (muchas veces mamá me envió a hacer el mercado con mi lista y yo traía mi canasta de a poquitos, es que había que ayudarnos), luego seguía la casa de los Basurco, buenos mecánicos, salvajes para los juegos del carnaval, a continuación estaba la casa de los Koga ( uno de ellos era mi amigo, después supe que se fue a Japón), y finalmente estaba la casa de los Chunga con 2 sus hijos, el Aley y el otro que fue cura, guardia civil y actualmente próspero empresario. Su mamá vendía gallinas y patos.
En la acera de la derecha (yendo hacia la calle Callao) iniciaba con la casa taller de un orfebre, la casa de los Curay, la tienda de la Tola, otro de los mercados urbanos de mi época. Para terminar con la "lionzo" en la siguiente cuadra vivía un contemporáneo, menudo de estatura que solo recuerdo como el "diablo", buen muchacho. Y antes de la fábrica Hergueola había un corralón donde jugábamos futbito. En ese corralón después se construyó un colegio particular, creo que el "Enrique López Álbujar".
¿ Para finalizar me permiten hacer una remembranza de las chicas más lindas que nos tocó ver a nuestra generación ? Disculpen ustedes :
1.-Eliana De Sa. Una de las chicas con las que se lograría un consenso. Preciosa.
(Saben tengo temor de poner los apellidos. No vayan a tomarlo las damas como una invasión a la privacidad. Pero créanme que todo esto lo hago con un profundo respeto.)
2.-Silvana Be. Para mí la más bonita de todas  y la de mayor clase. Un porte señorial. Creo que hubiera sido una reina sin desentonar.
3.-Giuliana Bo. Espectacular.
4.-Mónica Ta. Muy bonita.
5.- La hermana pelirroja de Lalo Gallo. Una modelo.
6.- Una de las señoritas Albán. Ya lo he dicho, con una extraña luxación en la columna vertebral que le había, literalmente, quebrado la espalda y causaba una conmoción al verla pasar caminando, solo caminando. Nos golpeábamos el pecho e interrogábamos a Dios porque ese castigo.
CONTINUARÁ...

CUENTO CORTO - SAVIA DECISIÓN - ALFREDO G.O.

Enrique se había percatado de un cambio. La oscuridad lo amodorraba, le robaba vitalidad, parecía robarle aire, intoxicarlo. Desde entonces evadió la oscuridad y los tonos grises de las estancias donde se desenvolvía su vida cotidiana. Buscó vivir la vida exclusivamente a colores. Él no supo a que atribuirlo. Como era propietario celoso de algunas fobias, trató de no hacerle caso a este deseo de escapar de las grisuras para no incorporarlo a su colección de temores infundados. En cambio la luz solar le inyectaba entusiasmo, nuevas fuerzas, ganas de cantar, de moverse, de ser feliz. Había leído que el ritmo circadiano influía en el comportamiento de las personas, que los ciclos de luz y oscuridad determinaban actitudes; y eso lo tranquilizó. Pero ¿ porque esos síntomas se fueron arraigando y acrecentando ? No tenía una respuesta. Entretanto la fotofilia se transformó en avidez y luego voracidad por los rayos solares.
También notó que empezaba a desear los espacios abiertos, se sentía libre y tenía la imperiosa necesidad de pararse e inclinarse de manera recta como un poste inclinado y sentir el bramido del viento en la cara. Empezó a gustarle hacer las inclinaciones para lados diferentes, elevar los brazos e inmovilizarlos y en ocasiones buscaba la inmovilidad total. Eso lo relajaba. En los parques y jardines su familia y amigos lo veían como un nuevo adepto al tai chi. De salud estaba bien.
Había leído que el agua era una maravilla y decidió desde ese momento de lucidez tomar una docena de vasos con agua al día. El agua también lo revitalizaba y sentía que le servía para otras cosas que su cuerpo sabiamente realizaba. La luz, el agua, las poses estáticas. En el barrio comentaban, otro loco más.
De pronto, un día cualquiera, comenzó a sentir que algunas de sus articulaciones se endurecían sin dolor. Consultó con el médico de la familia y le explicó que era algo así como anquílosis ósea y articular debido a sus 49 años. Él se dió ánimo y se dijo para sí mismo, felizmente que me dedico a lo natural, la luz solar,tomo abundante agua, hago ejercicios y no tengo hábitos nocivos como tabaquismo y alcohol. Porque sino peor me fuera con esta enfermedad reumática.
Continuó con su rutina, el trabajo, la familia. Se declaró un predicador de la vida sana y decidió dedicar parte de sus fuerzas a convencer a los profanos de las ventajas de los elementos naturales. De los elementos que faltaban estaba el fuego y se dió cuenta que el fuego no le atraía y cayó en la cuenta que empezando con un respeto a las llamas estaba terminando con otra fobia por el fuego que no quería comprarse para siempre. Pero el barro, extrañamente empezaba a adquirir una importancia desde aquel día en que llovió y un aroma lo envolvió sensualmente. Investigó el origen del extraño olor y caminando por el jardín tomó un poco de barro entre las manos, lo olfateó y quedó hipnotizado. Este era el olor que estaba buscando hace tiempo y quiso saborearlo. Lo hizo, le gustó y pensó que eso no era cuerdo y otra vez tuvo miedo. Consultó nuevamente con su médico y le dijo que tal vez tenía anemia, porque en medicina cuando un paciente tiene anemia presenta avidez por los minerales primarios. Por lo que el facultativo le prescribió análisis sanguíneos y para su sorpresa y el desconcierto del galeno, los análisis salieron normales, no tenía anemia.
Y un día en la piel sintió una paquidermia incipiente que se fue apoderando de él. Su médico temió que tuviera dermatomiositis. Otra vez nunca llegó a certificar ese diagnóstico. Se hizo una herida y de la lesión brotó un exudado blanco que olía a resina.
Enrique comenzó a sentir que su movilidad se iba limitando, que su familia sufría. Incluso perdió el trabajo. Y una tarde tomó una decisión que la sentía crucial, necesarísima, la de ir al parque cercano a su domicilio. Penosamente salió de casa, mientras pasaba por los jardines de su barrio el corazón se le aceleraba. A duras penas pudo llegar hasta el mencionado parque. Se detuvo, alzó los brazos. Sintió que el sol ingresaba a sus entrañas y su piel rápidamente adoptaba el acartonamiento y la tersura de la rusticidad. Sus pies se hundieron como en arenas movedizas. Sintió que su sangre adoptaba un tono rosado y luego blanquecino y finalmente, como un veneno largamente deseado, la savia se apoderó de él y le explicó su metamorfosis, su nueva vida.
Su familia lo buscó y nunca encontraron ningún rastro ni de esperanza. Literalmente se lo había tragado la tierra. A pesar de que sus familiares pasaron muchos días y años muy cerca a él. Vió crecer a sus hijos. Cargó con alguno de ellos sin que se dieran cuenta y también con algunos nidos.
En ese lugar un sauce crece ahora como mudo testigo con más pena que gloria.
alfredo guerrón. 2008.

ANÉCDOTA DE MI HIJO ELÍ.

Dios le ha permitido a mi hijo Elí vivir algunas ironías. En Perú mi hijo, era dormilón y casi siempre salía con las justas de tiempo para el colegio. Muchas veces llegaba tarde. Cuando tuvo catorce años me pedía permiso para una hora determinada y llegaba media hora más tarde. Fue una costumbre muy mala que adquirió y yo como padre le advertí varias veces que la puntualidad era un gran valor que se aprende en casa y que lo preparaba para la vida. Una vez le dije, hijo en casa se aprende a ser puntual porque es una norma de respeto al orden establecido, en los trabajos nunca, me entiendes ¡¡ N U N C A ¡¡ te van a decir a qué horas quiere entrar Sr.Elí Guerrón. Tú tienes que acoplarte y cumplir el horario. Así son las cosas siempre y tienes que aceptarlo.
Pues quien les dice que, unos años más tarde, estando en Estados Unidos en una entrevista de trabajo, los empresarios y él convinieron los honorarios, el sistema laboral y otros. Y cuando Elí preguntó por el horario, le dijeron, y para usted Sr.Guerrón cuál es la hora más cómoda para que ingrese a laborar. Mi hijo sonrió y por la noche me llamó. Y me dijo en broma, pá cuando me dijeron lo del horario recordé tus sabias y contundentes palabras.

CUENTO CORTO - LA VERDADERA FICTICIA - ALFREDO G.O.

Érase una vez, una ciudad de nombre Ficticia dominada por un sátrapa, un tirano, el mayor dictador que se recuerde, el inefable Grouchito Marxtuein. Se le consideraba un Dios y sus lacayos vivían para él.
María Vindicta era la encargada de ungirle costosos perfumes en los pies de su mentor, su gurú, su maestro y guía. y sus mayores orgasmos ocurrían cuando su Creador perdía la vista en lontananza totalmente satisfecho por las pródigas caricias que María le dedicaba. Cacasier era el que tenía la función más absurda, no osaba ni siquiera desatarle las sandalias pero debía desatárselas todos los días para lavarle los pies a su Divino Señor y finalmente calentarlos con sus mejillas en un extraordinario arrebato de pasión que provocaba los celos enfermizos de Obtuso.
Cada tarde cuando Dios se paseaba por los jardines para escribir sus obras inmortales, sus fieles lacayos se disputaban su atención y le recitaban sus más encendidos panegíricos que quedarán escritos a fuego en la historia de las adulaciones ciento por ciento merecidas.
María recitaba: maese, ¡¡ ojalá que no te mueras nunca ¡¡. si no, ¿¡ que lluvia ¡, ¡ que monzón ¡, ¡ que diluvio ¡ calmará nuestra sed, así como solo la calma tu sabiduría con que nos riegas a cada instante ? ¡¡ Ninguna maese ¡¡ ¡¡ Ninguna ¡¡ se escuchaba a un coro filial en los jardines.
Sintiéndose relegado Cacasier se infundía de la diosa inspiración y recitaba: ¡¡ maese, vive para siempre ¡¡, si no ¿ ¡ que sol ¡, ¡ que quasar ¡, ¡ que supernova ¡, iluminará nuestros caminos así como lo hacen tus consejos sabios, eruditos? un grito estallaba desgarrador, visceral, entrañable, respondiendo: ¡¡ ninguno maese ¡¡ ¡¡ ninguno ¡¡.
Y Obtuso tomaba aire y con las pocas neuronas que tenía declamaba: ¡¡ maese no nos faltes nunca ¡¡. ¡ Ofrézcome en sacrificio para tu eterna juventud ¡ Y sus otros lacayos luego de fruncir el entrecejo reaccionaban y gritaban: ¡¡ y a mí ¡¡ ¡¡ y a mí ¡¡. El rey sonreía y pensaba, con unos lacayos así viviré para siempre.
En esa ciudad se había abolido la ortografía, el Rey consideraba que era un vicio decadente de la sociedad pequeña burguesa. y se había decretado que los únicos autorizados para escribir bien eran el Rey Grouchito y sus lacayos. Nadie podía oponerse a la censura so pena de morir decapitado. La idea era pedir a los plebeyos que publicaran por escrito sus cuentos y en la plaza mayor leerlos uno por uno y denostarlos con escalpelo para hacer pasar la humillación, la ignominia, la vergüenza a sus autores y demostrarles que sus obras eran porquerías, basuras que provocaban sueño, que daban náuseas, y gritarles en público que ustedes plebeyos eran unos buenos para nada y que la intelectualidad era un sueño imposible. El plan mayor era impedir que los plebeyos accedieran a ser libres porque escribir es una de las mejores formas de serlo.
En una de esas tardes en que los adjetivos para el Rey Grouchito se excedieron, ocurrió un resplandor. Obtuso engendró repentinamente la diafanidad y le dijo al rey, pero maese aún no les hemos impedido “P E N S A R” a los vasallos y mientras piensen pueden ser libres. El Rey tembló de ira y de miedo. Es cierto, ¿qué podemos hacer para que esos hijos de puta ya no piensen? María en su laberinto dendrítico y astroglial dijo, hagamos un concurso ya no de cuentos sino de pensamientos escritos y burlémonos, insultémoslos delante de todos a esos indios de mierda para que no se atrevan a contradecirlo a usted maese, nuestro soberano Grouchito, nuestro norte, nuestro sur, nuestro este y nuestro oeste.
En el pueblo Termes había osado sublevarse hace 8 meses y fue decapitado e igual suerte corrió un foráneo de nombre Elí, quien tímidamente llegó al pueblo y les hizo ver que el tirano y sus lacayos no sabían ni escribir y que querían dominarlos de pensamiento, palabra, obra y omisión y que no debían dejarse humillar. Pero ya no había esperanza. Toda la gente aceptaba su destino como tal. Elí se rindió y antes de morir claudicó con una carta de sujeción a su nuevo Rey y con el estilo real (en ortografía) se despidió en una misiva que después el Rey ordenó se publique como escarmiento a todos esos maniáticos de la ortografía y otras pendejadas.
Cuando la cabeza de Elí voló por los aires, las ideas se derramaron de su cuerpo con un torrente cárdeno, ígneo dispuestas a sembrar otra vez el germen de la rebelión. Lo habían matado porque habían matado sobretodo sus ideas. El verdugo descubrió una carta entre las manos del asesinado. Decidió liberarla y en el sobre decía: "a mi Dios, Grouchito". Los lacayos, María Vindicta, Cacasier y Obtuso, inmediatamente se disputaron el honor inconmensurable de llevar esa carta a su Divino Hacedor. María fue decidió ser la elegida, después de algunos codazos y uñas como puñales. Le entregó la carta. En ella Elí decía:”hestimado Rey Grouchito, hantes de ver bolar mi cavesa por el acha del berdujo, dezeo qe me dizculpes porke no a cido mi hintencion hofenderte. maldijo la ora en ke hoce enfrentarme a tu grandesa, pido perdhon por todaz laz molestias que pudhe averte hocacionado y hencomiendo mi halma ha ti en la ezperansa de cómo my dioz me dez la vida heterna. perdhon o rei myo. hatentamente. heli.”
El Rey Grouchito, luego de leerla, espetó descorazonado: "le ayudo a morir a este indio de mierda, justo cuando ya había aprendido a escribir como yo".
Finalmente el Rey sacrificó a sus fieles lacayos y vivió para siempre.

CUENTO CORTO - EL BUEN LADRÓN - ALFREDO G.O.

Yo soy un ladrón, pero de los buenos. En mí se cumple lo que dice Bill Gates, de que no es necesario ir a la universidad para ser experto en lo que es tu ocupación. Apenas tengo estudios elementales de primaria pero yo soy hechura de la calle, encarnación de la experiencia. Mis colegas me consideran un ladrón de vieja escuela, de vocación artística.
He aprendido a través de inveterados ejercicios de ensayo error. Soy un ladrón y para mí, a mucha honra (deshonra dice la gente).
Ser ladrón no es fácil. La gente critica basada en juicios de valor que en estos tiempos de globalización no tienen sentido. Todos robamos, unos más que otros. Los obreros, los gerentes,las empresas, los profesionales, los políticos, los banqueros, los padres, los hijos, los religiosos, los países. Estamos en la cultura del robo.
Los obreros no trabajan lo que debieran amparados en bajos salarios que a su vez, son el robo de los gerentes y de los dueños de las empresas.
Los banqueros ni que decir, pueden robar a su regalado gusto y si se les descubre, resulta de necesidad nacional rescatar sus tremendos y descarados desfalcos y al final nos convencen que es un deber patriótico no juzgarlos ni castigarlos por causa de un interés supremo, mantener la indemnidad del sistema financiero. El robo perfecto. Bien lo decía Berthold Brecht.
Los padres roban el tiempo que les corresponde a los hijos y se justifican diciendo que los tiempos están difíciles y que es menester trabajar cada vez más.
Las empresas roban el tiempo familiar, han invadido con los celulares y la internet ese espacio vital en que la familia se desarrollaba y que proveía de un mínimo equilibrio para la personalidad de sus integrantes. Las empresas justifican su robo diciendo que la competencia es salvaje y que los trabajadores deben estar plenamente identificados y dispuestos las 24 horas para colaborar. Los horarios resulta que ahora son defectos arcaicos que deben superarse en la hora actual para acceder al desarrollo que es otro robo. Los países se desarrollan cuando uno le roba al otro. Así que debemos prepararnos para robar.
También los padres se justifican diciendo que no interesa la "c a n t i d a d" de tiempo que les entregan a sus hijos, y dicen que lo que interesa es la "c a l i d a d" del tiempo que dan a su prole. En esa lógica, que es un robo descarado, se va a llegar al minuto semanal ofrendado de los padres para sus hijos pero un minuto completamente denso, completo, cabal, entero, íntegro, casi con el peso gravitatorio de un agujero negro.
Los religiosos, ni que decir, roban nuestra libertad de creer en lo que deseamos libremente o no crer en nada que ya, es creer. Nos infunden miedo, ergo nos roban la valentía.
Y los políticos son la antonomasia del robo, nos roban las ideas, nuestras ilusiones, nuestros votos, nuestro dinero porque parasitan al estado que somos todos. Los políticos roban expresiones, roban sonrisas y nos roban la inocencia cada vez que pueden con su lenguaje carnestolendo.
Se darán cuenta de que he leído bastante (en el poco tiempo del que dispongo), no se equivoquen, yo no soy cualquier ladrón. Podría decirse que soy un profesional sin título acdémico.
Así pues, que no se extrañen que yo tenga el orgullo de ser ladrón, pero, ya lo dije, no un simple ladrón, soy un predador y me considero un artista en este quehacer. Me despierto a las seis de la mañana desayuno algo frugal y luego busco a mis amigos con los que trabajo en equipo.Nos estacionamos en una esquina. Esperamos pacientemente. Soportamos las miradas de los que nos reconocen, nos da algo de verguenza pero que le vamos a hacer, ese es nuestro trabajo.
Ser ladrón no es fácil, la gente habla estupideces. A ver, quiero verlos que vengan a ganarse la vida robando a nuestro estilo y les aseguro que no sacarían ni para un pan. En cambio ellos roban más sutilmente en todos los demás ámbitos que les he mencionado. Nosotros debemos soportar el frío, el chantaje de los serenos, de la policía. Estamos expuestos a accidentes cuando debemos correr, como caídas, cortes, fracturas. Es necesario que gastemos regular cantidad de dinero en una buena alimentación porque debemos tener un buen estado atlético. Todos los días consumimos cantidades ingentes de energía física y mental. Vivimos diariamente el riesgo de que nos atropellen los autos porque nuestras escapadas no son fáciles. Algunas veces hemos tenido la mala suerte de que un grupo nos ha capturado y nos han agredido. Créanlo de una buena vez, Ser ladrón no es una perita en dulce.
A veces otros grupos ( ¿ puedo llamarlos colegas sin que se rían ? ya ven, ni siquiera nos toman en serio ) invaden nuestro territorio y es necesario aclarar muy virilmente con ellos los límites porque sino perdemos nuestro posicionamiento en este mercado, que varios años de esfuerzo nos ha costado.
Nosotros tratamos de no hacer daño, abordamos personas descuidadas, arrebatamos teléfonos celulares previa constatación de su valor para que sea rentable, monederos, carteras, bolsas de compras, aretes de oro. Muchas veces nos estafan, podría decirse, brilla como oro, se ve como oro, se luce como oro, la hace bonita a la chica, como el oro y cuando nuestro amigo reducidor le vierte el ácido para comprobar su nobleza resulta que no es oro. Trabajo por la puras. ¿ Quién ha robado a quién?.
Toda la mañana estamos analizando movimientos, diseñando estrategias ,tomando decisiones y actuando en consecuencia. Manejamos un lenguaje no verbal casi perfecto, ademanes, silbidos, miradas. Y también nos desplazamos a otro lado cuando se aparecen los policías y los serenos. Felizmente sabemos sus horarios de relevo porque hay muchos que son amigos nuestros y compartimos ganancias y así aprovechamos al máximo esas horas para trabajar libremente.
A mediodía hacemos un alto para almorzar. Yo rezo antes de tomar mis alimentos y le agradezco a Dios porque provee para mis necesidades y las de mi familia. Yo soy responsable. El dinero que obtengo lo llevo para mis criaturas y a veces disfruto con algunas chicas un momento de relax sobretodo los sábados por la tarde. Nosotros los ladrones no tenemos seguro social, ni jubilación, ni vacaciones y así dicen que ¿ es fácil ser ladrón ? Un poco más de respeto. Creo que tengo la suficiente autoridad moral como para reclamar un trato diferente.
Muchos de mis trabajos ocurren sin que la persona se de cuenta, pero eso es un arte especial y el arte no se aprende de la noche a la mañana. Es un acúmulo de experiencias, incorporación a tu personalidad de los consejos de tus padres, de tus profesores, en el sentido de que lo que hagas en tu vida házlo bien. Muchas veces he pensado que en varios de mis trabajos, como reconocimiento a la perfección, me han debido aplaudir y la gente, me ha maldecido. Es increíble. Yo soy un ladrón y reclamo más consideración porque todos somos colegas, unos más que otros.
Después de almorzar un menú barato, salimos a trabajar nuevamente. Subimos a los medios de transporte masivo, analizamos las posibilidades de éxito. A veces me distrae algún culo formidable. Esa es otra de mis habilidades artísticas, una especie de radar localizador de culos, pero sólo los buenos culos ¡ Qué tales culos ¡. Lamentablemente, esta habilidad se convierte en defecto porque muchas veces colisiona con la concentración que exige mi serio trabajo de robar y muchas veces me ha hecho perder dinero por quedarme embelesado con un trasero de orgía.
Alguna vez cuando me ha ido mal o regular les he pedido a mi Dios de los Descarrilados y a mi Virgencita del Santo Reproche que me envíen un regalo y casi al final del día se ha aparecido un señor, con una apariencia de jubilado, saliendo del banco y con el bolsillo hinchado. Junto mis manos, cierro mis ojos, elevo mi rostro y le agradezco a mi Dios Todopoderoso. Lo seguimos a nuestro elegido y en el momento preciso lo abordamos y lo bolsiqueamos. Nos salva el día, lo cual agradezco muy sinceramente a nuestro Creador. Al fin, Dios es un padre y los buenos padres como él perdonan y aún más, proveen.
Mi máximo héroe es Dimas, el buen ladrón, pero la verdad no quiero morirme tan rápido y menos crucificado. Dimas llevó a nuestra profesión a los niveles más inimaginables, la puso a la diestra de Dios Hijo, y eso se venera. ¿ Qué si quiero que mis hijos sean ladrones como yo actúo o ladrones de otro tipo ? No lo sé. En todo caso los voy a apoyar para que sean los ladrones del tipo que deseen.
Ya les dije soy un ladrón y no me avergüenzo, y sobretodo soy un artista, actúo sin que nadie se de cuenta. Incluso pude arrebatarles en este mensaje algunos minutos de su tiempo y recién lo notaron. Por eso digo que ser ladrón es mi vocación.

CUENTO CORTO - ESTOY MUERTO - ALFREDO G.O.

Alberto trabajaba en un oficio en extinción, era un detector humano de vibraciones. Durante muchos años y antes de que se inventaran aparatos sofisticados, lo contrataban porque muchos sabían de su extraordinario don de sentir y comunicar las turbulencias internas y aún las más profundas, que percibía al imponer su mano sobre una superficie que podía ser un motor, una estructura de metal, un tubo , un alambique. Informaba a los ingenieros y estos reevaluaban los proyectos porque confiaban en él. Podía decirse que los tuvo en sus manos por mucho tiempo.
Pero el tiempo pasó, la tecnología apareció como una plaga bíblica y resultó más precisa que sus diagnósticos de orfebre.
Una tarde Alberto miró sus manos y descubrió que había perdido la ilusión de vivir, pero no quería una solución sangrienta, simplemente no quería seguir, ya no le satisfacía el sabor de las cosas simples y sintió que ese día debía tomar una decisión. Su voluntad le pareció bastante lógica y pensó, ya no voy a comer. Ya no necesito energía, ya no voy a trabajar, voy a quedarme quieto, completamente inmóvil. Si no me muevo no será necesario que ingiera alimentos. Voy a tratar de no pensar e incluso me voy a deshacer de mis sentimientos y de mis recuerdos.
Ya había estado practicando ejercicios de inmovilidad y había sido traicionado por sus párpados y por su tórax. Sus párpados invariablemente batían, cual persianas, la ventana de sus ojos, y no podía evitarlo; así que, como una solución brillante aunque totalmente oscura decidió cerrar los ojos. Y al tórax, pensó, ¿cómo puedo detenerlo ?, podía hacerlo por algunos segundos. Aguantaba la respiración y conseguía un estado de hibernación que deseaba que fuera para siempre y que invariablemente terminara con él en unos instantes. Pero el tórax después de una licencia de algunos minutos, siempre crecía, como el fuelle vital que es, y volvía al punto de inicio una y otra vez.
Alberto se preguntó, para que voy a comer si yo sé que no tengo vísceras, no tengo tripas, no poseo intestinos a los que les sirva el alimento diario que me pueda conseguir. Además que cada vez se ha puesto más difícil conseguir alimento. Definitivamente, ya no necesito comer, no voy a hacerlo también como una forma de protestar contra el mundo. Esto se acabó, ya no voy a comer.
Alberto se hizo la última pregunta, yo estaré vivo o estoy muerto. Se desabotonó la camisa y puso delicadamente la palma de su mano derecha sobre su pecho para detectar aunque sea un mínimo latido. No sintió la más mínima vibración, entonces se dio cuenta que estaba completamente descorazonado. Era la prueba que le faltaba. Sacó su mano del pecho , cerró su camisa y dijo, estoy muerto.

CUENTO CORTO - TAXISTA A PLAZOS - ALFREDO G.O.

Yo soy taxista desde hace 10 años. La empresa donde trabajaba como courier ambulante, quebró y felizmente con mi despedida me dieron una indemnización que me sirvió para comprarme un auto de segunda mano y, así, trabajar como taxista. A los 3 años de rodar con mi auto, unos tipos que no parecían malhechores, me pusieron una navaja en el cuello y me quitaron toda mi fortuna. Me quedé sin la herramienta que me ayudaba a enfrentar la vida con más ilusión. Desde entonces consigo, cada vez que puedo, a alguien que me de en alquiler un auto para trabajar diariamente.
Hoy es domingo y quiero trabajar para encontrarme a mí mismo. Ya no tengo a nadie, mis hijos han viajado al exterior y mi esposa me ha abandonado. Me han dado en alquiler un automóvil toyota sedán (a propósito se han dado cuenta que en los suicidios, el detective necesariamente debe buscar el auto-móvil. Esa anécdota es buena, se me ocurrió sólo porque soy taxista) y salí a recorrer la ciudad de Lima para conseguir algunos clientes.
Les diré que las Plazas, más que las calles, siempre me han fascinado, por su belleza, por su forma, por su obligación de aduana del tráfico, por su población absolutamente migrante. Pasé por la Plaza del distrito de San Luis, que une a las avenidas Aviación, Arriola y San Juan. Esta es una Plaza ovoide, bastante descuidada y con unos monumentos poco famosos. Circundé la plaza y fui a llenar el tanque de gasolina de mi carro en un grifo del contorno. Mientras llenaba el tanque, pensaba en cómo se puede conocer una Plaza bastante bien. Y me respondía, poniendo tu humanidad en ella, llorando en la plaza algún amor extraviado, descansando en un día de sol, leyendo el periódico en una mañana de domingo, quedarse allí viendo pasar a los autos, y sobretodo, estar en ella certificando que el mundo da muchas vueltas. Pagué por el combustible, miré el reloj, eran las 9 de la mañana y salí en primera. Avancé una cuadra y volteé en U para regresar a la Plaza. Por alguna razón imánica que no consideré importante transgredir, ingresé a la Plaza e inicié un recorrido que transformaría mi manera de ver al mundo.
Me coloqué muy cerca al borde de la acera de la Plaza y empecé a dar vueltas. Estaba concentrado en el trayecto y de vez en cuando veía a los conductores que pasaban cerca a mí. Pensaba como los destinos de las personas confluyen en un instante y a continuación divergen. Seguí con la segunda, tercera y cuarta vueltas. Nadie se dio cuenta de lo raro de mi camino. Ví las bancas en varios ángulos, a una pareja besándose en todos los perfiles, al monumento que me miraba fijamente, luego con el rabillo de sus ojos y finalmente el monumento me perdía al darle la espalda para a continuación volver a verme. Recién me percaté de cuán importantes son los ciclos. Los edificios de los contornos tenían otros detalles que no había observado en las primeras vueltas, era increíble, parecía que los dueños se apresuraban en cambiarlos en cada redondel que dibujaba. La iglesia de la Plaza era la cajita que engullía personas y luego las vomitaba a borbotones, en un ciclo, casi uterino, sólo que duraba una hora. Yo seguía dando vueltas y aparecían nuevos personajes, un heladero que se estacionaba, que vendía su algidez y que luego iniciaba el éxodo para una vida mejor. Unos jóvenes esperaban un ómnibus de servicio público para que los llevara a una reunión agradable que se adivinaba en la expectativa de sus ojos. En la plaza se quedaban las sonrisas, las ilusiones, las huellas. Por eso es que las Plazas no morían tan fácilmente. Y la gente creía que por las noches, la Plaza quedaba vacía. Nada más falso. Yo veía a los jóvenes que se acercaban y luego se alejaban y al volver a verlos estaban en diferentes órdenes y me preguntaba si eran los mismos o no. Es que el orden importa, yo tenía un orden, tenía un recorrido fijo, yo sabía cómo empecé este negocio pero no sabía cómo iba a terminarlo. Pero yo no lo premedité, que conste, simplemente ocurrió. Yo seguía dando vueltas y poco a poco me convencía que eso era lo que quería y nadie tenía que criticarme por ello. Cuando pasaba por el mismo lugar se me ocurría que no había pasado el tiempo y que no había envejecido. Y eso me seducía tremendamente. Ya eran las tres de la tarde y continué mi recorrido recordando las tantas veces que cumplí ciclos en mi vida, me divorcié dos veces, perdí mi trabajo en tres oportunidades, los ciclos de todos los días que viví, las veces que me perdonaron antes de volver a agredir a mis seres tan mal queridos, los libros que leí en repetidas oportunidades. Seguí dando vueltas y sonreí. Me pregunté, porque no me voy, porque no salgo del ruedo. Ya no podía irme, esa era la pesadilla (¿o la felicidad?) que tantas veces me acosó hasta acorralarme y que hoy tenía la brillante oportunidad de cumplirse. Hay destinos que son circulares y más exactamente, ovoides. Seguí dando vueltas y algunas personas se dieron cuenta de lo absurdo de mi proceder, les resultaba incómodo, les recordaba cuán cuerdos eran y eso, es subversivo. Empezó a anochecer y los espectadores avisaron a otras personas que había un auto con un camino raro con un chofer inescrutable, pero que lo más probable es que estuviera loco. Algunos, empezaron a aplaudir cada vuelta que terminaba o que empezaba, seguro como burla y tal vez, algunos con respeto al señor que sabe lo que quiere y persiste en su senda. De pronto fui famoso, yo era un reality show. Pero se desilusionaban, cuando se percataban que lo mío, iba en serio. Y cambiaron el tono de la alarma, cuando lanzaron el alerta de peligro y avisaron a la policía. Saben, yo no le estaba haciendo daño a nadie, yo me cuidaba de no estorbar al tráfico. Por último, no está prohibido dar vueltas a una Plaza.
La iglesia llamó a la misa de las siete de la noche con sus campanadas tristes. Los fisgones se disponían a detenerme, pero no sabían con quien se habían metido.
Entonces, ví a un camión que ingresaba a la Plaza, aceleré lo más que pude en la primera vuelta, me había transformado en la imaginación de esos trasnochados denunciantes, frenaba poco en las curvas. La gente gritaba y se retiraba prudentemente. Yo, entretanto, no perdía de vista al camión, e inicié la última acelerada para impactar al camión antes que abandone la plaza, justo en una de las curvas. Me enclavé debajo de su chasis, pero el golpe me despistó y con mi auto dí varias vueltas de campana. Los roles de esta frase se invirtieron, y con el tañido de la campana que, lastimera, invitaba a misa, me despedí con vueltas, vueltas y más vueltas.

CUENTO CORTO - JUGADA SUCIA - ALFREDO G.O.

Raquel había perdido la vergüenza y no recordaba donde la había dejado. Toda su familia apuntaba a que era en alguno de los casinos que frecuentaba compulsivamente. Pero ella decía no, fue mucho antes y no fue en un casino. Simplemente no recordaba y no le interesaba precisar donde enterró el recato. Su hogar se había destruido, el gran culpable era su esposo, violento por devoción y casi sádico por vocación. Sus hijos ya no estaban. Raquel no se diferenciaba en nada de una gran ama de casa sino porque inició sus vericuetos, que después se enredaron y la atraparon, en un garito. Las luces, la musiquita, el humo de tabaco que la asfixiaba, la posibilidad de entablar conversaciones con desconocidos y asesorarlos, sobretodo cuando se le acababa el dinero y no quería irse. Darles confianza y poco a poco transformarse en una mujer deseada; sentir que podía manipularlos e incluso llegar a recibir dinero de algunos y agradecerles con un beso, que ellos reclamaban con el pensamiento y que ni siquiera se lo pedían. Ella tomaba la iniciativa, les agarraba sus manos y sentía sus tremores sexuales.
Cuando entraba al casino su sangre le hervía, era saludada por casi todos, el pulso se le aceleraba y los elásticos de su ropaje se le aflojaban. Ella reía y decía, si supieran en mi casa, en la vampiresa en que me he convertido. Permitía que algunos, solo dos en especial, se le acercaran y la tocaran, la manosearan, le hablaran al oído. Don José y Carlos eran su reserva de inmoral para cuando se quedara sin dinero, que era casi siempre y bien rápido. Su esposo permitía que fuera sola y ella le pagaba con solvencia, con la mayor deslealtad. Siempre acordaban una hora determinada para que su esposo la fuera a recoger, ella lo llamaba por celular y estaba pendiente de su llegada para retirarse discretamente de sus amantes y recibirlo con cariño. Soy la muerte, decía y sonreía.
Cada vez perdía más y más dinero, el que ganaba su esposo, el que le enviaba su hijo, el que ganaba ella. Mentía, decía que siempre ganaba, y alguna vez inventó un secuestro y robo para justificar la pérdida de una considerable cantidad de dinero. Y se engañaba diciendo que ella controlaba cuando quisiera esa afición. Se justificaba diciéndose que cuando sus hijos fueron pequeños se dedicó enteramente a ellos y que ahora ya podía dedicarse a ella. No supo en que momento perdió el decoro con Don José. Con Carlos había sido solo fiereza y descontrol. Un día a las tres de la mañana, ella iba a los baños del casino, y sintió que Carlos la jaló y la poseyó como toda mujer hubiera querido, con un deseo inconmensurable. Carlos tenía un taxi. En él la llevaba a la playa y ella se vendía por 50 soles y se convertía en su esclava por media hora.
Un día su esposo no pudo ir a recogerla y le comunicó este detalle por teléfono. Fue suficiente, jugó hasta la plata del taxi de regreso y cuando se quedó totalmente huérfana de dinero, se le acercó a Don José y le dijo Pepito, putescamente, a qué horas te vas. Don José le dijo, contigo adonde sea y a la hora que quieras. Coquetamente le respondió, ya pues, Pepito a que hora nos vamos porque me he quedado misión imposible (en Perú, es una forma de decir que no tienes ni un cobre). Pero me hubieras dicho pues Raquelita, toma 50 soles para que juegues un rato más. Pero y si viene tu esposo, inquirió Don José para tener más datos. Ella, para excitarlo dijo la verdad, le expresó hoy día no va a venir, está durmiendo. Don José le dijo, qué desperdicio, con una mujer como tú, yo ni dormiría. Ella se sintió halagada. Se pidieron dos tragos y dos más para entrar en calor. Fue a comprar fichas de juego y Don José le dijo, Raquelita, mi amor, ven a mi lado porque tú me traes suerte. Ella obedeció. Ahora eran un tándem. De pronto Don José ganó, la máquina se iluminó y empezó la fanfarria del vómito feliz. La máquina lanzaba desaforadamente fichas, fueron 900 nuevos soles y Don José aprovechó para decirle, ya ves Raquelita, tú me traes suerte y la abrazó, y la besó y ella se dejó besar y luego lo apartó. Luego Don José le dijo, voy a compartir mi ganancia contigo porque es justo. Toma 200 soles para ti. Pero Raquelita, quiero pedirte algo, vamos a celebrar, aquí al costado hay un snack bar bien discreto. Ay Pepito, tú sabes que soy casada, como me pides eso. Don José, que ya tenía los espermatozoides en el cerebro, le dijo, pero si solo vamos a tomar unos tragos. Está bien, dijo Raquel, pero primero salgo yo y te espero. Raquel salió a lavarse las manos. Y salió del casino, luego caminó hacia el bar y se sentó en una mesa. Pidió un trago. Llegó Don José y le dijo vamos al tercer piso, porque allí funciona una discoteca. Tenemos 700 soles para celebrar nuestra buena suerte. Raquel se dejó tomar de la mano y apoyó su cabeza en el hombro de Don José. El la besó tiernamente. Cupido los había atravesado. Si en el mundo hubiera que buscar el amor, allí estaba. Subieron al tercer piso y el lugar tenía una parafernalia de caverna y con poca luz. Raquel apagó el celular, sabía que había cruzado el Rubicón hace rato. Bailaron una salsa y ella le movió infernalmente las caderas, él estaba excitadísimo. Luego bailaron una balada y ella sintió el falo de Don José que pugnaba por abrirse paso de su pantalón. Y sintió su erección como preludio de un orgasmo. Hace tiempo que con su esposo no sentía ese tipo de pecados. Don José la rodeó con sus manos y las bajó, le acarició las nalgas. Ella se juntó a su cuerpo y se sobó, como enemiga, contra él. Don José llamó al mozo y le dijo, dános una habitación. Ella se sorprendió y a la vez agradeció que las cosas se dieran tan fácil. Fueron a la habitación y Don José se volvió loco, la besó hasta el infinito. Ella fue inmensamente feliz. Don José luego le ofreció su estandarte que usaba para colonizar tierras extrañas. Ella lo acarició y lo llenó de los más encendidos besos que hubiera dado. Se sintió una hembra completamente animal. Había obedecido a sus instintos. El la poseyó dos veces suficientes para gritar, para desgarrarse. Y ella le juró no dejarlo nunca más. Finalmente se bañaron, se prodigaron las más tiernas caricias y el amor surgió solemne, triunfante, más allá de los prejuicios, más allá de la moral, más allá del alfa y del omega. El amor se había hecho carne y ya habitaba entre nosotros.
Eran las cuatro de la mañana, debían irse. Bajaron y cuando se acariciaban en las escaleras tuvieron la tentación de volver a la habitación para dar rienda suelta a sus más bajos instintos. Pero debían salir, tendrían otras oportunidades. Ella le dijo yo voy a salir primero, se encontraron en la esquina, tomaron un taxi, él la dejó en la puerta de su casa y le dijo, tengo celos de que tu marido te haga el amor. Ella le dijo, no te preocupes, él está dormido. Se dieron un beso, de cuento de hadas ya lo dije, y se despidieron. Ella bajó del auto y entró a su casa. Su esposo medio dormido le dijo, y mami, qué tal te fue. Ella le dijo muy bien y sonrió.

CUENTO CORTO - CON EL SUDOR DE TU FRENTE - ALFREDO G.O.

A Felipe, era fácil encontrarlo, con su cara de circunstancias, sentado -casi con un horario fijo, mañana y noche- a la derecha del mostrador en la tienda de Don Alberto.
Vivía en la calle Ugarte en la ciudad de Sullana, una hermosa localidad del norte del Perú, apenas a una cuadra de aquella tienda. Era amigo de los hijos de Don Alberto, Wilmer y Miguel. Ellos lo habían recibido hace por lo menos 6 años como un habitúe que luego se transformó en parte del ornato de la fonda. Se diría que Felipe era una estatua que había cobrado vida. Los hijos de don Alberto aceptaron su presencia como la cuota de solidaridad con el prójimo que todos debemos pagar cada día. Felipe se sentaba a las 10 de la mañana y servía para conversar, para ayudar a que pasen las horas y para hacerles bromas a otros pasajeros de la tienda. Luego, a la una de la tarde se iba a almorzar, y tomaba la siesta de rigor. Yo debo tener sangre española decía, porque uno de los mejores inventos del mundo es la siesta. Te ayuda a reponer fuerzas del trajín de pensar, de vivir. En la noche regresaba a su puesto de centinela en el mostrador. Parecía un supervisor y los dueños lo aceptaban así.
Felipe había sido víctima de una broma bastante pesada por parte de Miguel, cuando recién comenzó a llegar a la tienda de Don Alberto. Miguel era un buen muchacho pero criollazo y pícaro. Un día Miguel estaba como burro en primavera después de ver a unas chiquillas en hot pants que - descaradamente le habían coqueteado y se habían dejado manosear para ganar algún regalo de su parte - habían ido a comprar chocolates y el falo le incomodaba, así que se lo acomodó para el costado izquierdo y se acordó que tenía el bolsillo agujereado en ese lado de su pantalón blue jean. Se acomodó el falo pétreo dentro de su bolsillo y hacia arriba, aprovechando el agujero. Y se le ocurrió una broma bastante cruel, para ello se mojó las manos con kerosene, artículo que él también vendía. Luego llegaron dos amigos de Manuel que ya sabían de la broma y esperaron a que venga algún incauto pero conocido. Y para su mala suerte se apareció Felipe. Miguel le dijo, Felipito, házme un favor, sácame de mi bolsillo izquierdo las llaves de la vitrina porque estoy con las manos con kerosene. Y Felipe obedeció. Introdujo su mano y agarró un ser viviente y lo soltó enseguida ante la risotada de los presentes. Y le dijo Miguel, no te juegues así, préstame el baño para lavarme.
Felipe no tenía oficio conocido, ni beneficio decían las señoras chismosas, que como todos sabemos son las notarios en los pueblos chicos. Las personas comenzaban a murmurar y le preguntaban a Felipe su horario de trabajo por incomodarlo pero con él no era. Sus amigos le aconsejaban, Felipe ya debes trabajar, tienes 28 años y debe ser incómodo pedir incluso la comida en tu propia casa si es que no trabajas. Felipe les decía, disculpen pero yo a ustedes no les pido nada porque se erizan. Por supuesto el primero de mayo lo veían y lo felicitaban, con un, Felipito déjame darte un abrazo sobretodo a ti, he venido de lejos solo para rendirte homenaje por el sudor que riegas y que sirve para fertilizar nuestros campos. Se escuchaban los discursos más creativos y propicios para la risa y para pasarla bien. Era la oportunidad para la chacota, la chanza. Y él, impertérrito, sonreía como burlándose de todos. Cuando habían huelgas le decían, Felipe, se han olvidado de asesorarse contigo, tú que eres el experto en esos menesteres por tu declarada huelga indefinida. Pero Felipe ni se inmutaba, hacía de cuenta que hablaban de otro.
Un día llegó a la tienda el rumor de que en la carretera a Querecotillo por la curva del cerro La Nariz del diablo, y a las tres de la madrugada, se había aparecido un fantasma de mujer a una pareja de enamorados. Los había asustado tremendamente pero después les había indicado un lugar para una excavación. Y al hacerla habían hallado unas joyas de oro que los sacó de pobres.
Ese día en la tienda a nadie le interesó el rumor excepto a Felipe. Lo escuchó atentamente y puso en práctica un plan. Consiguió dinero para contratar a un taxista y un miércoles a las 2 de la mañana decidió ir en busca de fortuna. Paró a un taxista y lo contrató para ir a ese sitio. El taxista lo vió con cara de gay, porque siempre llevaba parejas a ese lugar solitario y no a un hombre, y para aclarar el tema le dijo amigo, yo respeto las preferencias personales pero esa nota de arrumacos entre hombres no va conmigo. Felipe se sorprendió de la suspicacia y luego se río. A continuación le dijo al taxista, no, no pasa nada, solo quiero el servicio de taxi. Así que acordaron el precio por una carrera ida y vuelta, que no era poco porque el sitio quedaba a 15 kilómetros de Sullana y la hora era especial. Iniciaron el recorrido y después de unos minutos llegaron a la curva. El cerro La Nariz del Diablo no era tan alto pero al recordar su nombre se persignaron y lo vieron imponente. Felipe le dijo al taxista, espérame unos 15 minutos y luego me llevas de regreso. Se armó de valor porque era conciente de que él valía muy poco, y se adentró hacia la oscuridad. Sacó un rosario de su bolsillo y lo cogió con las dos manos. El viento ululaba glacial, la noche era lo suficientemente oscura como para amedrentar a los más valientes y Felipe no era propietario de esa virtud, así que sentía escalofríos por cada paso que daba. Y de pronto algo se movió entre unos arbustos y salió despedido. Se movieron las ramas y liberaron a una pareja de buhos que habían sido distraidos en su romance melánico. Alzaron vuelo y se perdieron. Felipe resopló y agarró fuertemente el rosario. Avanzó con más cautela, y en la oscuridad se imaginaba formas pero no había contacto. Continuó, tropezó con algo y cayó al suelo. Tocó a tientas y reconoció el esqueleto de algún animal o de un humano. No tuvo tiempo ni la valentía para disipar la duda. Sudaba frío y estaba a punto de rendirse. Se incorporó y caminó unos pasos y de pronto en el horizonte cercano que marcaba una hondonada vió un resplandor y vió elevarse una especie de sotana blanca que se paró frente a él como a unos diez metros. En la oscuridad de la capucha que dominaba la sotana le pareció ver a una mujer muy triste. Y de pronto escuchó: Feliiiiipeeeeee, a quéééé has veniiiiiido. Felipe antes de desmayarse tomó aliento y le dijo, Animita, anini mimita, quiero plata, dinero. Y el espectro, como son los de su especie, que todo lo saben, le dijo, Trabaaaaja Feliiiiipeeee.