domingo, 7 de septiembre de 2008

SULLANA Y OTROS RECUERDOS III.

Voy a hacer un recorrido imaginario por la calle Grau, viniendo desde la transversal Enrique Palacios. Empezaré por derecha, viniendo yo. En esa acera estaba la tienda del Sr. Agurto y casa de Maffo, un conocido. Luego estaba el Chifa"Tay Shing" al que se consideraba muy bueno. Frente al chifa estaba el paradero de autos para Piura.
Luego seguía la casa de la familia Paulini, uno de cuyos hijos falleció trágicamente ahogado en el río Chira. Varias veces nos cruzamos con él cuando íbamos al río por el lado de la Loma de Mambré.Proseguía la casa de un armero, la talabartería de Domenack, el café Grau, un buen restaurante. Cuando en casa mamá no había preparado almuerzo por razones de tiempo, ella trabajaba de sol a sol, comprábamos la comida en ese café y no había pierde. Y en la esquina estaba el local del Club"Jorge Chávez". Este club tenía en ese entonces un equipo de fútbol. Los verdaderos clásicos de Sullana fueron contra el "Alianza Atlético". El estadio era un lleno total y entre los personajes se veía a Mario La Chula, clásico, el dandy de la época, que a esa hora infernal lucía impecable en el estadio con terno celeste, zapatos blancos de charol y cubría todas las apuestas. El "Chávez" tiene un local pequeño pero sitio de culto para los vespertinómanos y noctámbulos. Se jugaba casino y otros juegos de azar con cartas. Tenían mesas de billar y billas. Y un cafetín legendario. Su café es gourmet y su sánguche de asado, inolvidable y muy económico.
A la izquierda en esa cuadra solo me acuerdo del cine Grau, el segundo mejor en Sullana. Respecto del cine Grau, diré que es el cine de nuestras primeras escaramuzas de búsqueda de lo furtivo. Le pagábamos a "El negro" y a "Alvarito" para que nos deje entrar a balcón a las películas para mayores de 21 años.
Y creo que en esa cuadra también había una ferretería.
En la siguiente cuadra, derecha, recuerdo a una renovadora de calzado de La Chira, la casa de los Valverde, el centro educativo"Niño Jesús de Praga", la casa de mi profesor de inglés Rolando León, un profesor demasiado serio que proponía desde esos tiempos una distancia insalvable con sus alumnos y por eso la distancia que nos separa de él, ahora, es infinita. Y en la esquina, el local del Partido Aprista, local de grandes mítines y al que por las mañanas le daban en concesión al Sr. Andrés.Lo ayudaban su hijo y un negrito que tenía vitiligo(despigmentación de la piel que allá en Sullana le llaman karate). Este señor hacía un gran ceviche casero y barato.
A la izquierda estaba la ferretería "Acha"donde atendía Gironcito, conocido en Sullana, un personaje. Seguía la casa de los Quedena, que en verdad los recuerdo como unos tipos antipáticos, creo que menospreciaban a los menores y se burlaban de ellos. Si alguna vez quisiera dibujar la cara de la burla, me acordaré de uno de ellos. La pregunta es, ¿ se seguirán burlando de todos ? Luego seguía la casa de un tal Chérrez,la posta médica de los policías, la casa tienda del profesor Panta y el local del fotógrafo "Miranda" regente de los grises y del sepia.En la esquina estaba la csa de los Acha.
En la siguiente cuadra, derecha, estaba la casa del señor Montero, un respetable senil, creo que tenía a su hija estudiando en España. Les diré que fuimos sus primeros inquilinos de la calle Lima 584. Luego seguía la casa de la familia Chávez, muchos de ellos, profesores. Un sobrino de esa familia, Filiberto, fue un gran amigo mío en una época breve. Llegó a ser un gran karateca. A continuación estaba la casa de la familia Olivares, que era además panadería. Calidad de familia, muy trabajadores. Tenían uno de los primeros televisores del barrio y pagábamos 10 céntimos para ver series. Veíamos: "Combate","Los patrulleros del oeste","la familia Monroe","Rin Tín Tín","Gomer Pyle","Flash Gordon","Ironside", en días diferentes por supuesto,entre otras series. Nos sentábamos en unas bancas y lo adoptamos como nuestro cine del barrio. Seguía la casa del Señor Herrera Benvenutto, con su esposa Graciela, y sus hijos Eddie ( un gran amigo) y su hija Flor (de la promoción de mi hermana). El señor Herrera muchas veces nos llevó a la playa de Colán en su camioneta. Creo que trabajaba en el Banco Agrario. Después seguía la casa de la familia Ladines, su fama era de matemáticos. Luego, la casa de los Koga, con su sobrina Ruthy, muy guapa ella. Seguía la casa taller de Don Julio Morales, propietario de la sastrería "Jul Mor". Todavía alcancé a pedirle algunos trabajos, como el terno de mi fiesta de promoción. Ahora los sastres son una especie en extinción o son profesionales de élite. Luego seguía la casa de un gran amigo de mi hermano Frano, Juan Sánchez. También estaba la casa del señor Zapata, que trabajaba en el colegio "8 de Diciembre". Su hijo es, actualmente, ingeniero y fue un gran amigo. Esta casa también tenía un coliseo de gallos. Luego seguía la casa de la familia Basurco, la rama de alcurnia ( en la calle Leoncio Prado vivían los Basurco plebeyos), luego la casa del abogado Infante, gran guitarrista y cantor de boleros, poseedor de un auto datsun o taunus amarillo y finalmente una de las esquinas de la casa del Dr.Adán Arenas.
En la izquierda estaba el local de la federación de los empleados bancarios que era una tienda cooperativa. Luego seguía un depósito de venta de cemento. Después estaba la casa de la familia Borrero. Si creen que han visto a una chica linda están totalmente equivocados, esperen a que les cuente alguien como era Giulianna B., bellísima e inalcanzable. Mis profundos respetos, debe tener familia, es solo un recuerdo de uno de sus antiguos fans. Seguía la casa de la familia Pacheco, señor que fue juez, su hijo fue un estudiante de élite, de súper élite, en el "Santa Rosa" y luego médico. Luego seguía una casa muy grande donde vivía el abogado Borrero, colorado, pelirrojo y con barba. Sé que es un eximio literato. Alguna vez siguió la casa de la familia Canaval, cuya hija era preciosa. Luego estaba la casa de la familia Franco, conocimos a Doña Angelita, la matriarca, una de sus hijas, Silvia, muy bonita. Y su hijo César estuvo emparentado con nosotros y punto. Finalmente en la esquina estaba la casa de Don Alfredo Reyes, con sus interminables 2 metros de estatura, gran contador de chistes y piropeador consumado. Conocí a su esposa, la señora Tarcila, una gran dama y a sus hijos: Oswaldo, Blanca, Rosita ( muy bonita), Walter (gran amigo, poseedor de una excelente voz para el canto, uno de los culpables de que aprendiera guitarra), y finalizo con Manuel, uno de los amigos que recuerdo con mayor cariño. Hemos compartido muchos ceviches en la calle Leoncio Prado, muchas películas e innumerables pláticas. Él se fue a estudiar ingeniería de minas en la Universidad de Huamanga, luego coincidimos cada vez menos y una vez me dijeron que desapareció para siempre. Yo he orado por su eterno descanso con mucha dedicación y he pedido por la resignación para sus padres y familia. Conocí a los sobrinos de Don Alfredo, Juvenal, Manuel Nicasio, Rafael, Cristina y otra sobrina más que no recuerdo. Hoy son grandes profesionales. Rafo fue un gran amigo, compartimos muchas horas juntos, cine, fiestas, coloquios. Estudiábamos en colegios distintos pero compartíamos aficiones comunes. Yo he tenido amigos en paquetes cuánticos, si se puede decir.
Mencionaré que nosotros hemos vivido como una gran transformación de nuestro barrio el asfaltado y el alumbrado público de la calle Callao.
En la cuadra 10 de la calle Grau, derecha, empezaba la casa de la familia Valdez, con la Madre de ellos, una gran dama, que supo sacar adelante a sus hijos. Sus hijas muy bonitas todas:Mary, Rosa y Jesús. Y su hijo Héctor Omar, un gran amigo, muy leal, criollazo, gran jugador de fútbol y deportista de élite. Nació mucho antes, si hubiera nacido hoy, muy probablemente hubiera seguido los caminos del éxito con las selecciones de menores y luego la profesional y sin exagerar algún contrato en el extranjero. En el colegio era trompero, se enfrentaba a cualquiera. Una vez me defendió, estábamos en cuarto de secundaria y unos alumnos de quinto nos querían desalojar a la fuerza para jugar ellos. Omar se enteró y me dijo, qué pasa guerroncito, y retó al líder y se trenzó. Nos hacía respetar. Es que en los colegios hay tribus urbanas que manejan sus códigos de jerarquías y los van tejiendo de acuerdo a los resquicios que permiten los débiles y a los abusos que pueden perpetrar los mal llamados fuertes. Un gran amigo. Íbamos juntos con Ricardo Benites, Mickey Agurto y otros a los quinceañeros (acá en Lima se dice quinceañeras con"a"). Recuerdo una anécdota. Habíamos adquirido la costumbre de tomar un par de tragos antes de ir a las fiestas, dizque "entonados". Por lo general era ron puro o con gaseosa. Hacíamos una colecta para una botella chata o una botella grande, según sea el tamaño del grupo. Pues un día estábamos misios. Omar preguntó, alguien en su casa tiene trago. Hubo un silencio que extrañamente rompí yo. Dije, mi tío Carlos, hermano de mi mamá ha llegado de Tarapoto y le he visto traer una caja de whisky Ballantines, sé donde está la caja, en la casa de mi abuelita. Omar dijo, Alfredo tú mismo eres. Era una de esas órdenes que uno espera para hacerse famoso y quedar grabado para siempre en el corazón de sus amigos. Es así que inicié una de las pocas operaciones comando de mi vida. LLegué a casa de mi abuela Pepita, la saludé con el cariño especial de siempre. Recorrí la casa y me asaltó la duda (que ironía, el colmo del asaltante, que en el momento crucial lo asalte LA DUDA ¡¡) y si mi tío se hubiera llevado su licor a otra parte ?. Mi tía Hilda estaba en su cuarto. Esperé a que salga, me cercioré de que iba a demorarse, entré, busqué debajo de su cama. Y bingo¡¡ Allí estaba la caja de whisky¡¡. Saqué una botella. Salí inmediatamente y me fui a casa de Omar. Allí me esperaban los muchachos. Nos servimos vasos medianos casi llenos y nos pareció suave, muy suave.No sentíamos nada.Comentamos,creo que está muy débil el licor. Alguien dijo tomemos el resto de una vez y nos vamos. Así lo hicimos. Había pasado media hora desde que iniciamos el brindis. Nos dispusimos a salir, me paré y se me movió el piso. Intenté hablar y me salió una voz farragosa. Los otros sintieron lo mismo y empezamos a reirnos. Todo terminó cuando llegamos a la fiesta y nos preguntaban que había pasado. Nos seguíamos riendo y estábamos mal.
Seguía la casa de la familia Colmenares, recuerdo a Charito muy bonita y una dama. Era la casa de los guayabos. Hasta ahora me preguntó porque no cosechaba esas frutas tan exquisitas y las vendía. Pero las avecillas del barrio se lo agradecerán por siempre. Luego estaba la casa de la familia Niño, con sus dos hijas Marita y Violeta; ambas, una más linda que la otra. En serio, es el primer imposible matemático que he visto. Luego la casa y botica de la señorita Vargas Machuca, que tenía un hermano de habilidades especiales, el Mono. A continuación la casa de la familia Sánchez, luego la vivienda de un amigo de nuestra familia, Raúl. Con Raúl hay una anécdota. Era una Navidad y cerca de las doce vimos que la casa de Raúl estaba con las luces apagadas. Les diré que él se ganaba la vida lustrando zapatos. Le dijimos a mamá para invitar a Raúl a compartir la cena navideña. Mamá asintió por supuesto y comimos juntos un pollito asado y panetón. Una de las navidades más felices. Luego la casa de la familia Rentería, un odontólogo con fama de Rosacruz. Seguía la casa de Doctor Castillo, médico muy querido en Sullana, casado con una gran dama argentina y hermosa además. Tenía una hija muy bonita. Su hijo creo que se fue a estudiar Medicina a Argentina. Sé que las exequias del Dr. Castillo fueron multitudinarias. Luego seguía la casa de la familia Alvia.
En la cuadra 10, izquierda, estaban, primero la casa de la chiclayana, una mujer atractiva, algo llenita que aparecía espectralmente por épocas. Hasta ahora queda la duda en el barrio de a qué se dedicaba. Pero seguramente a algo bueno, todo con el mayor de los respetos. A continuación estaba la casa tienda de la señorita Colmenares. Luego la casa de la familia Córdova. Un señor con varias hijas. Uno de los tristes recuerdos de Sullana ocurrió así. El Señor Córdova acostumbraba llevar a la playa a sus hijas los domingos. Un domingo no fue. Sus hijas se fueron por su cuenta. A mediodía su padre murió. Yo estaba en mi casa como a las tres de la tarde y escuchamos unos gritos lastimeros, tal vez los más tristes que recuerde, que bajaban por la calle Grau, les habían ido a avisar a las hijas del señor Córdova y regresaban con el luto a cuestas. A continuación estaba mi vivienda en el número 1033. Luego seguía la casa de la familia Campos. Después estaba la casa de Lalo Gallo y su hermana una hermosa pelirroja cuyo nombre no recuerdo pero de cuyo rostro no me olvido. Era lindísima. Seguía la casa del orfebre Troncos. En la siguiente cuadra solo recuerdo la casa de Iván Calderón, gran deportista y un triunfador actual, de Jorge Cisneros un gran amigo. Y paro de contar.
También les diré que en la misma calle Grau, antes de la Enrique Palacios, estaba la casa de mi compañero de colegio Mario Merino Gima, la casa y consultorio del Dr. Green, la casa de otro compañero de colegio Alberto Castillo Sánchez y el local de una renovadora de calzado atendida por un artesano que tenía dotes de escritor y que hace poco me enteré que se había suicidado.
Hasta ahora me pregunto si la Amistad se jubila, entra en receso, se debilita hasta morir, o son solo recuerdos. Y no tengo la respuesta.
CONTINUARÁ...

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